940. 17 de julio. Después de algún tiempo regresé a mi casa de la ciudad y me encontré con la pena de que un reloj y su estuche habían sido robados por los alemanes. "Ejercítate en el
desprendimiento frente a todos esos juguetitos de la Tierra. Que tu corazón se vuelva hacia las cosas del Cielo, que no perecen. Así Me agradarás." Yo: 'Señor, haz que se me haga como natural el pensar en lo sobrenatural. El: “Tendrás siempre que hacer un esfuerzo y en eso está el mérito. Sobre todo si el esfuerzo es alegre y se hace únicamente por Mí."
941. En el campo. Sola en la iglesia con un soldado enemigo, trataba de orar por él. "Recuerda que os está mandado amar a vuestros enemigos. Yo morí por todos. ¿Por qué habrías tú de hacer excepciones? Yo quiero tener en Mi Cielo a todas las almas y tú no conoces los secretos de los corazones. Este enemigo tuyo puede necesitar de tus plegarias. Dame, pues, esa plegaria, fraternalmente, por él.
"Es precisamente porque vosotros, hijitos Míos, podéis hacer el bien o no hacerlo, ya que sois
libres, por lo que Me daréis grande gozo si hacéis el mayor bien posible. Mi Corazón acecha y es feliz cuando vosotros reportáis una victoria. Debéis pensar que esa victoria no es solamente para vuestro propio provecho, sino para el provecho de toda la Iglesia. La Iglesia del Cielo, donde los santos se regocijan; la Iglesia que sufre y que vosotros aliviáis y finalmente, la Iglesia que combate, a la cual ayudáis. Es como un ruido pequeño que tuviera un grande eco.
"Que estos pensamientos aumenten la fuerza de tu resolución. Que te den el valor que Yo tuve durante Mi Agonía. Porque Mi Dolor más grande fue el pensar que Mi Agonía iba a ser inútil para muchos.
"Dame almas, tú, Mi pequeña. Y para ello ora conmigo y déjame orar en ti."