976. 4 de septiembre de 1940. Hora Santa. Yo le pedía al arcángel Gabriel que consolara a Jesús como lo consoló en Gethsemaní. El: "Sí, hija, Mis ángeles Me consuelan; pero un sufrimiento que Me viene de los hombres debe ser consolado por corazones humanos.

Consoladme vosotros, Mis íntimos, Mis escogidos, según las maravillosas invenciones de vuestro amor. Todo, hija, todo lo que ofrecéis Me será dulce, pues viene de vosotros. No temáis que Yo desprecie vuestras maneras, o que les reproche su insuficiencia o su rusticidad; con sólo que seáis sinceros.
"Yo amo así. Habladme con la simplicidad de los niños; Yo no necesito fórmulas; vuestras palabras las tomo de vuestro corazón, antes de que lleguen a expresarse en una frase. Así de apremiado estoy por recibir vuestras palabras de niños.

"¿Ves Mis Brazos extendidos en la Cruz? Extendidos, más que abiertos y hasta la
dislocación, Y siempre quedarán abiertos para ser vuestro refugio dulce y perfecto."
Yo: "Señor, ya desde ahora quiero ver en Tus Brazos a mi familia, a mis amigos, a mis muertos."
El:"Agrega también a los pecadores; a muchos pecadores, pues para todos abro Yo tan
ampliamente Mis Brazos. No os dé miedo pedir: llenad Mis Brazos con pueblos enteros, con
naciones, paganos, tu tiempo, el tiempo pasado, los siglos por venir. Yo quiero tener a los
hombres, uno por uno. Hay muchos que no están ya sobre la Tierra, pero tampoco están en el Cielo: vuestras plegarias acortan su destierro. También con esto Me consolaréis en Mi Agonía de Moribundo por Amor.
"Con qué agradecimiento cantaréis Mi Agonía cuando la comprendáis! Por ahora, sin embargo, podéis darme la alegría de vuestra Fe y de vuestro cariño, para que el arcángel Me los dé a beber."