1345. 16 de diciembre de 1943.
Que no pase mucho tiempo sin que Me busques o en un libro piadoso o en tu interior. . . Hay que soplar sobre el fuego, alimentarlo, volverlo a encender cuando ves que va desfalleciendo. Y lo mismo pasa con el recuerdo de vuestro gran Amigo. No lo dejéis.
Mantened con cuidado el abrazo de todos los días y así, iréis a parar en el Abrazo eterno, sin
esfuerzo. Tú has visto algunas apoteosis. ¿Por qué vuestra vida no habría de terminar con una? Ve Mis Favores y haz vivir Mi Amor. Aviva el recuerdo de Mis Sufrimientos, considera Mis Perdones y todas las delicadezas con que te he colmado. Puede ser que concediendo una mirada a Mi Amor, el tuyo quiera responderle.
Podrías también suplicarme que te ayude. Esta súplica llena de humildad avivaría el deseo y el deseo es un llamado directo al cual Yo no resisto. Recuerda que nada puede haber en ti de bueno sin Mí. Recurre siempre a tu Animador. No tengas vergüenza. Y cuando observes que cometiste una falta, llórala sobre Mi Corazón, no con lágrimas de los ojos, sino con la tristeza del alma. Entonces encontrarás la fuerza para conducirte mejor, para hablar mejor, para callar cuando es oportuno. Conocerás una Caridad totalmente divina para con el prójimo, que tanto lugar ocupa en la vida. Y Yo Soy el prójimo. ¡Qué mal harías, entonces, si lo
denigraras o lo trataras mal! Y mucho es el bien que puedes hacerle con algo tan sencillo como las simples buenas maneras.
Piensa en cómo abordarlo y en cómo responderle. Haz como si él fuera Yo, creado a Mi imagen y semejanza. Y sobre todo, ¡no desprecies nunca a nadie! Ni siquiera a los más grandes pecadores; con ello Me herirías. Porque ellos pueden arrepentirse y quedar colocados más alto que tú en Mi Mansión. ¡Hija querida! Mira cuán grande es Mi preocupación porque te hagas mejor y vivas atenta cerca de Mí; porque Yo persigo a cada alma como si fuera la única que hay sobre la Tierra.
Mi Amor es desbordante, aunque Yo lo mantengo silencioso y escondido para dejaros íntegro el mérito de la Fe. Está segura de que tu Amado te mira como a través de una celosía: no lo dudes. Mira Mi Rostro ensangrentado, tal y como lo tuve, por tus pecados; y ve si es posible que no empieces a amarme como Yo deseo ser amado, por encima de todas las cosas. Mira Mi Rostro de pobre hombre apaleado por el furor de los verdugos y recuérdalo: ¡Soy tu Dios!”
Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.