1188. 28 de noviembre. Me preparaba para la Hora Santa. "Antes de entrar en conversación
conmigo, hazte introducir por Mi Madre, por San José y por los ángeles. Son como una corte de honor que suplirá tus deficiencias. Un niño pequeño no entra solo en un salón; las personas grandes lo rodean y hablan por él. "Yo, por Mi parte, pido que lo dejen venir a Mí. Todas las almas son para Mí hijos pequeños. ¿Crees tú que Soy capaz de regañarlos? No. Los acaricio para aumentar su confianza, y esto lo sabes bien tú, a quien Yo he llenado con Mi Unción.
"Me gusta inmensamente esta confianza de Mis pequeños y que Me miren directo a los Ojos.
"Entrégate toda a Mí. Tus deseos, aun los más irrealizables, porque en Mis Manos todo es
sencillo.
"Te he pedido que Me des tu confianza hasta el milagro, sólo entonces puedo quedar satisfecho.
"¿Cuándo se te hubiera ocurrido que Yo pudiera pasar por una terrible Pasión y una Muerte
ignominiosa sólo para salvarte? ¿Hubieras podido pensar en algo como Mi Sacramento de la
Eucaristía?
"Puedo hacer hoy tan grandes cosas como antes porque deseo que cada alma se acerque a Mí juntamente contigo, que Me exponga sus debilidades, sus necesidades y desee ardientemente la salud que Yo le dé. Pide el Amor, pide la Santidad. Recuerda que dos de Mis Apóstoles se atrevieron a pedirme que les concediera sentarse uno a Mi derecha y el otro a Mi izquierda en Mi Reino. ¡Eran capaces de esperarlo todo de Mí! Ahora tú, haz como ellos; espéralo todo de Mí.
¡Todo! Sería una prueba de tu amor, como una joya en Mi Corazón.
"Pídeme día tras día que te haga santa y pon en esa petición todo tu cuidado. ¿No dije Yo una vez:
'sed santos como vuestro Padre Celestial es Santo"? Penetra en Mí y Yo te llevaré a donde tú sola nunca podrías llegar. ¡Pobrecita hija Mía! Pero cuentas con Mi Amor. Apodérate de El. Come y bebe. Si consigues ser una sola cosa conmigo, tu fuerza será irresistible. ¿Estás, entonces, dispuesta a entregarte al Amor y a la Esperanza?"