El Espíritu Santo realiza la obra de sacarnos fuera de nosotros mismos, porque nuestra debilidad nos lleva a encerrarnos en nuestras propias necesidades e intereses, y nos cuesta muchísimo abrir verdaderamente el corazón a Dios y a los demás. Sin el Espíritu Santo no podemos salir de ese egocentrismo, pero él realiza la maravillosa obra de inclinarnos hacia los demás. Veamos cómo lo expresan varios sabios:
"En cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo... El corazón se posee verdaderamente a sí mismo en cuanto que se olvida de sí mismo en el obrar, en cuanto que sale, y perdiéndose se posee verdaderamente" (Karl Rahner).
"Andar en Jesucristo me parece a mí que es salir de sí mismo... Estoy persuadida de que el secreto de la paz y de la dicha está en olvidarse uno de sí mismo, en vaciarse enteramente de sí... hasta el punto de no sentir las propias miserias físicas ni morales" (Beata Isabel de la Trinidad).
"El ser humano está más en sí cuando más está en los demás. Sólo llega a sí mismo cuando sale de sí mismo" (Joseph Ratzinger).
"La esencia del amor se realiza lo más profundamente en el don de sí mismo que la persona amante hace a la persona amada... Es como una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento del propio ser" (Karol Wojtyła).