Los dones del Espíritu Santo están tomados del texto de Isaías 11,2, donde habla del Mesías, y dice que “reposará sobre él el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yahveh”. Como en el versículo 3 se repite el temor, algunas traducciones colocan “piedad”, y así tenemos los famosos siete dones. 

Son los dones que han estado en plenitud en Jesús, porque él tenía “el Espíritu sin medida” (Juan 3,34). Y son los dones que el Espíritu Santo derrama también en cada uno de nosotros para impulsarnos a vivir de una manera diferente.

Con estos dones, el Espíritu Santo nos sostiene y nos empuja para que podamos practicar con más agilidad las virtudes cristianas y para que lleguemos a la plenitud de la santidad.

Pidámosle al Espíritu Santo que desarrolle cada vez más esos dones en nuestra vida, de manera que podamos parecernos cada vez más a Jesús, para que se nos haga espontáneo actuar como Jesús actuaba. En los próximos días reflexionaremos sobre cada uno de estos dones.