Juan el Bautista anunciaba que el Mesías iba a bautizar "en el Espíritu Santo y en el fuego", purificando todo lo que no sirve (Lucas 3,1617). El Bautismo que trae el Mesías será una verdadera purificación, porque derrama el Espíritu Santo como fuego.

El Mesías cumple aquel anuncio del profeta Ezequiel: "Los purificaré de toda inmundicia y de toda basura, y les daré un corazón nuevo... Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que caminen según mis preceptos" (Ezequiel 36,25-27).

Esto significa que la manifestación del poder del Mesías se realiza sobre todo en los corazones. Y esa obra interior del Mesías hace que los hombres puedan cumplir de verdad la voluntad de Dios. Porque una predicación atractiva no es suficiente; es necesaria la acción secreta de la gracia de Dios en el interior de la persona.

Pensemos un momento de qué quisiéramos ser purificados, y pidámoslo al Espíritu Santo, que es fuego purificador.