"Espíritu Santo, quiero dejar en tu presencia los frutos de mi trabajo.

Dame un corazón humilde y libre, que no esté atado a las vanidades, reconocimientos y aplausos.

Dame un corazón simple que sea capaz de darlo todo, pero dejándole a Jesús la gloria y el honor.

Derrama en mí tu gracia para que pueda vivir desprendido de los frutos de mis esfuerzos, para que en mi trabajo busque tu gloria, sin obsesionarme por determinados resultados.

Dame ese desprendimiento, Espíritu Santo, libérame del orgullo, para que pueda trabajar intensamente, pero con la santa paz y la inmensa felicidad de un corazón desprendido.

También te ruego que sanes todo sabor amargo, todo resentimiento, y todo lo que hubo de egoísmo o de vanidad en mi trabajo.

Ayúdame Señor, para que la próxima vez pueda vivirlo con más generosidad, sencillez y alegría.

Permíteme descansar un momento en tu presencia.

Amén."