La asociación E-Cristians, fundada en 2001 en Barcelona para promover la presencia cristiana en el debate social y la vida pública, ha difundido, como acostumbra en periodo electoral, una reflexión sobre las elecciones y el voto cristiano en España.
"No debemos dejarnos llevar por el mal menor sino por el mayor bien posible", afirma la asociación. "El voto cristiano debe ser un voto de esperanza en mejorar nuestra sociedad y no contentarse con que se deteriore más lentamente de lo que lo haría si ganan otros".
La asociación pide superar el déficit democrático del sistema partitocrático actual (listas cerradas y bloqueadas, diputados que desconocen su provincia, candidatos puestos a dedo por los líderes).
Más allá del voto para estos comicios, la asociación llama "a los cristianos y sus asociaciones para que dialoguemos sobre la necesidad de construir un sujeto colectivo, grande, benéfico, fructífero, capaz de dinamizar políticamente la regeneración democrática, la construcción del bien común que todos, no solo los cristianos, necesitamos".
El jueves 25 de abril, en la parroquia del Pilar de Barcelona, a las 19.30, la asociación acoge una sesión de "reflexión y diálogo" sobre el voto cristiano.
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DECLARACIÓN: A QUIÉN VOTAR. UNA REFLEXIÓN DESDE LA PERSPECTIVA CRISTIANA
Ante las elecciones al Congreso de los Diputados, y al Senado del próximo 28 de abril, deseamos proponer una reflexión a todos los cristianos, tanto aquellos que se reconocen en la fe e intentan vivir como cristianos, como aquellos otros que consideran que la cultura y la moral cristiana han tenido un papel importante en la configuración de los valores de nuestra y de sus instituciones. También nos dirigimos a todas las personas de buena voluntad que quieran reflexionar con nosotros, más allá en esta reflexión.
Un grave déficit democrático que nos atañe a todos
Deseamos plantear en primer lugar y antes de a quién votar, por qué y cómo hemos de votar en nuestra democracia representativa. Esta es una cuestión que nos atañe a todos.
Y este interrogante se puede resumir en una sola cuestión práctica: ¿Cuántas veces ha hablado usted con algún diputado de su circunscripción, en cuántas ocasiones ha acudido a él para protestar, solicitar ayuda, proponer algo? Pues sin ese mecanismo activo la democracia representativa es una ficción, un contrato en blanco. Como en blanco queda el nombre del diputado que nos debería atender. Y esa ausencia es grave, porque lo que justifica la democracia representativa es precisamente este servicio inexistente.
Y esto es así porque el actual sistema de partidos presenta unos graves defectos:
- A pesar de que legalmente está establecido que el diputado no obedece a ningún mandato imperativo, en la práctica se limita a obedecer al partido. De esta manera, se acepta que el diputado no representa a quienes lo han elegido, sino a la organización política. Y esto es una anomalía democrática porque los partidos son cauces, instrumentos, pero no fines.
- El problema fundamental surge a causa de las listas cerradas y bloqueadas, donde el lugar que se ocupa es decisivo para salir electo, y este lugar no lo determina la preferencia del votante, sino el orden de la lista electoral, que ha sido determinado por el líder político y a un limitado entorno de personas. Los titulares de los periódicos lo han descrito hasta la saciedad sin especial escándalo: “Sánchez sitúa como cabeza de lista…”, “Casado renueva…”, “Rivera cambia a la mayoría de…”, y lo mismo se puede decir de Iglesias, Puigdemont, Junqueras, y otros más.
Necesitamos:
- Una regeneración democrática que garantice que los ciudadanos puedan elegir al diputado de su circunscripción y ser representados por él, sin merma de la proporcionalidad.
- Una legislación general que garantice en mayor y mejor medida la democracia interna de los partidos, y los derechos de sus afiliados por instancias externas a los mismos.
- Autoridades independientes que validen la consistencia de los programas electorales en relación con las propuestas y las cifras que las avalan, y responsables de la accountability, el proceso que hace posible que los ciudadanos vigilen y evalúen la actuación de los servidores públicos por medio de mecanismos de transparencia y fiscalización.
Nuestra democracia está maltrecha y la principal responsabilidad es de los partidos. La respuesta no vendrá de ellos, convertidos en simples organizaciones que compiten para el poder para sí, en nombre de ideologías diversas, sino de movimientos sociales regeneradores. Los cristianos, especialmente maltratados en nuestra representación y en la legislación, debemos promover decididamente este movimiento renovador cuya importancia va mucho más allá de las presentes elecciones.
La necesaria reflexión cristiana sobre nuestro voto
Debemos evitar que nuestro voto favorezca a:
- Aquellos partidos que con su práctica política han demostrado sobradamente que no persiguen el bien común sino el poder por interés partidista y personal.
- Aquellos que no son constructores de concordia, sino que buscan antes que nada el descrédito de los adversarios. El amor a lo propio construido sobre el odio al que consideran diferente como cuestión de fondo, mantenida más allá de la comprensible estrategia de campaña. Debemos evitar a los que quieren romper los marcos legales de convivencia sin acuerdos ni consensos, sin seguir los cauces establecidos para su reforma.
- Aquellos que no solo no asumen postulados cristianos básicos, sino que promueven proyectos que son objetivamente contrarios a la concepción cristiana.
Así mismo hemos de tomar en consideración:
- Proyectos nuevos o poco conocidos, o de carácter territorial que no presenten aquellas condiciones adversas. Es una obligación moral informarse activamente y, conocer bien las ideologías y programas, así como la credibilidad demostrada en cumplir lo que escriben.
- Pueden existir candidatos que procedan de movimientos y organizaciones cristianas en las listas electorales de aquellos partidos de ámbito general que claramente están dispuestos a dejar las cuestiones de conciencia fuera de la disciplina de voto del partido. Su decisión es algo que atañe a su conciencia, que para un cristiano es la “última razón”.
- No debemos dejarnos llevar por el mal menor sino por el mayor bien posible. El voto cristiano debe ser un voto de esperanza en mejorar nuestra sociedad y no contentarse con que se deteriore más lentamente de lo que lo haría si ganan otros.
En el ámbito concreto de las distintas opciones políticas existen unos criterios mínimos que deben servir para evaluarlas:
- La dignidad de la vida humana. Desde la concepción hasta la muerte natural, y durante todo el período de vida vivida. Promover la dignidad de la vida humana significa, en las condiciones objetivas actuales, una atención especial al aborto, y a lo que representa como un desprecio total del ser humano engendrado y no nacido, y la legislación sobre la eutanasia y el suicidio asistido. Y también para promover la dignidad de la persona ante el aumento de la pobreza, la desigualdad y la parálisis del ascensor social, la pobreza juvenil, el abandono escolar, el paro crónico el deterioro de las condiciones de trabajo, y la formación de precariado y la falta de vivienda.
- Todo ello significa la necesidad de una economía reformada basada en el bien común que incluye la eficiencia y la sostenibilidad ambiental, y la lucha contra el cambio climático, como alternativa a un modelo económico que deja a muchas personas a un lado, que practica la cultura del descarte como ha señalado Francisco.
- La mejor protección del matrimonio, la familia, y la maternidad, unidad a la conciliación y a la valoración del trabajo doméstico con independencia de quien lo realice. En este contexto el estricto cumplimiento del derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos que establece la Constitución y su correlato que exige la existencia de la escuela concertada en idénticas condiciones económicas que la pública.
- La afirmación de una antropología humanista que tiene como eje la igual dignidad y el efectivo cumplimiento de los derechos y deberes que la acompañan en el hombre y la mujer, como fundamento de toda legislación y por tanto el rechazo a las leyes basadas en la perspectiva de género.
- La afirmación de la cultura cristiana como base y componente inseparable de nuestra cultura, sin que ello signifique rechazar a todos los que legalmente quieran vivir y trabajar entre nosotros en el marco del reconocimiento mutuo y de los derechos y deberes que establece la Constitución.
- Junto con el bien común, el principio de subsidiariedad es fundamento de toda concepción cristiana de acuerdo con lo que establece su concepción social, partiendo de las comunidades más cercanas a las personas, la familia y las comunidades asociativas, los poderes locales en sus distintos ámbitos, las comunidades autónomas, y a la administración del estado. Este mismo criterio es de aplicación en el ámbito de la Unión Europea.
Si la aplicación en conciencia de estos criterios te conduce a no elegir a ningún partido, no te quedes en casa. Ve y di que ninguno te convence, expresando tu rechazo con el voto nulo. El sentido del voto en blanco es expresar tu neutralidad y quedarse en casa expresa indiferencia.
Llamamiento
Desde la buena voluntad y el espíritu de concordia llamamos a los partidos políticos a que con humildad, que no con modestia, rectifiquen, y demuestren su respeto mutuo y su capacidad para salvar diferencias, construyendo el bien común en relación con cuestiones vitales tales como natalidad y familia, pensiones, educación, trabajo digno que otorgue reconocimiento y estabilidad, respuestas reales al reto ambiental, a la desigualdad excesiva y a la pobreza, a la inmigración, al conflicto de Cataluña, a tantas cosas que requieren buscar soluciones constructivas, más que imposiciones pírricas de parte.
Llamamos también a los cristianos y sus asociaciones para que dialoguemos sobre la necesidad de construir un sujeto colectivo, grande, benéfico, fructífero, capaz de dinamizar políticamente la regeneración democrática, la construcción del bien común que todos, no solo los cristianos, necesitamos.