Poco antes de las tres de la tarde del 20 de enero de 2021 explotaba el edificio parroquial de La Paloma dejando cuatro muertos y diez heridos. Entre los fallecidos estaba Rubén Pérez, el sacerdote recién ordenado y más joven de la parroquia.
Un año después todavía se sigue desescombrando el lugar, aún no se ha esclarecido qué ocurrió ni hay todavía visos de poder construir un nuevo edificio que dé cabida a las numerosas realidades que conforman esta parroquia del centro de Madrid.
“Ante una iglesia viva con piedras vivas que objetivamente necesita un espacio donde seguir transmitiendo esa fe y poder celebrar, nos urge el reconstruir el edificio, el centro parroquial”, reconoce a ReL Gabriel Benedicto, párroco y vicario de la Vicaría VI de la Archidiócesis de Madrid.
Sin embargo, existen muchas cuestiones sin resolver en esta tragedia. “El proceso judicial se abrió el día de la explosión en el Juzgado de Instrucción nº 35 de Madrid una investigación que ha sido muy escueta, muy acelerada. Se pidió con un recurso que fuera completa y se ha desestimado. La vía penal se ha cerrado”, explica el sacerdote.
El párroco reconoce que lo único que quieren es que “se esclarezca la causa” porque un tubo (válvula) que no debe soltarse se soltó. Queremos que esto se corrija y no vuelva a suceder”.
Benedicto confirma que quieren seguir adelante y en el horizonte aparece un proceso civil que pueda dirimir responsabilidades y que muestre la verdad.
Hasta el momento se sabe que el origen de la explosión fue un escape de gas bajo la acera de la calle Toledo. Se coló en el número 98 de la calle, es decir, en el edificio parroquial. El gas subió hasta los pisos superiores y una pequeña chispa causó la deflagración.
Los informes judiciales, los peritos y la policía han sido claros: no hubo negligencia por parte de las víctimas y, por parte de la parroquia, la instalación estaba en regla. Nadie manipuló caldera alguna. De hecho, las siete estaban intactas. No explotaron.
Esto es lo que se conoce hasta el momento, pero son todavía cuestiones fundamentales las que no se conocen.
Desde la parroquia se preguntan: si en el tramo que va de la válvula de la acometida al edificio no había avería ni irregularidad, ¿por qué no se investiga qué pasó en el otro tramo, que es donde el tubo se desprendió?
Según explican desde la Paloma, la empresa de gas, que es la responsable del mantenimiento, no entregó los informes pertinentes ni el juzgado se los reclamó. Simplemente, cerró la investigación. Tampoco se hicieron pruebas sobre la válvula de la acometida.
De hecho, cuando los bomberos llegaron al lugar de la explosión no pudieron acceder a la llave de la acometida para cerrarla por lo bloqueada que se encontraba de tierra.
Acerca del edificio, de momento sólo hay anteproyectos y se está en contacto con el Ayuntamiento de Madrid. Un año después todavía no ha podido empezar, ni siquiera plantearse seriamente, la construcción de uno nuevo.
La intención de La Paloma es tener lo más rápido posible un proyecto definitivo y aprobado para poner en marcha una recaudación de fondos, una colecta abierta a todos los madrileños…
El edificio que explotó se levantó con donaciones hace algo más de 30 años, y los responsables de la parroquia confían en volver a reconstruirlo con benefactores y pequeñas limosnas.
Afirman que es un lugar que ha cambiado la vida de muchas personas, ha abierto futuro a jóvenes y familias, esperanza a los ancianos, cobijo a los pobres. Cáritas, apoyo escolar, grupos de oración, catequesis, acompañamiento a personas solas, refugiados, enfermos del barrio…