María Teresa Ortega lleva más de veinte colaborando con el Seminario Diocesano de Toledo, uno de los más florecientes de España y que tiene mayor número de ordenaciones sacerdotales. Esta psicóloga ha acompañado a cientos de seminaristas en su formación, y ha resultado de gran ayuda para estos jóvenes para su futura misión. Además, es profesora en el Instituto de Ciencias Religiosas de la archidiócesis toledana.

Recientemente, Ortega ha estado en Asturias donde ha impartido un curso a los seminaristas de esta diócesis sobre “Amor y Afectividad” y allí respondió a algunas preguntas que recoge la web de Iglesia en Asturias.

"La madurez personal"

Desde el ámbito de la psicología, según ella, lo más necesario para trabajar con los seminaristas “es la madurez personal”.

“Después, cada uno trae su historia y tiene unas necesidades, pero de cara al ministerio sacerdotal se necesitan personas maduras, con capacidad de ayudar y de comprender, y también, que no se vengan abajo ante las dificultades que van a encontrar, porque se van a encontrar muchas. También necesitan desarrollar la capacidad de estar solos, de vivir solos”, señala esta psicóloga.

Para poder ir trabajando en estos puntos se va haciendo de manera personal y según lo va necesitando cada uno. Pero recalca que esto siempre ha de hacerse “en colaboración con los formadores, que son los que más les conocen porque viven con ellos. Es un trabajo a largo plazo y de crecimiento de día a día, es decir, no es simplemente: ‘tienes que hacer esto y ya está’, sino que implica un seguimiento”.

"Son hijos de la sociedad"

Tras dos décadas colaborando con el seminario diocesano de Toledo, María Teresa Ortega ha ido viendo las diferencias que hay en las distintas generaciones de jóvenes que se han ido ordenando. Ella confirma esta diferencia entre los de ahora y los de hace 20 años.

“Una cosa que me llamaba la atención es que las madres de los seminaristas, antes, eran amas de casa y les habían dedicado mucho tiempo. Hoy la mujer está integrada en el mundo del trabajo. Se nota porque son hijos de la sociedad y según evoluciona la sociedad, así llegan ellos. También se percibe en los estudios. En realidad, son chicos normales, con la forma de ser propia de su tiempo”, afirma esta psicóloga.

Acerca del curso de sobre amor y afectividad que ha dado en Asturias, Ortega considera fundamental este tipo de formación para los seminaristas. De este modo, señala que estos jóvenes son en primer lugar personas, y por tanto el ser humano tiene capacidad de amar. “Y sobre todo –agrega- también porque se están formando para el ministerio sacerdotal, y el sacerdote tiene que aprender a ser padre, a acoger a todas las personas, porque Dios acoge. Es importante que cualquier persona que se acerque a un sacerdote se sienta valorado y también amado. Pero amar no es simplemente decir “yo te quiero mucho”, sino ayudar a crecer a la persona con la que se vaya a encontrar y es una tarea a veces complicada, porque todos somos distintos, y para amar, además, hay que conocer a la persona. A mí me parece que es fundamental en su ministerio este tema, en la tarea que tienen ellos de evangelización”.