Monseñor Joseba Segura tomó posesión el pasado sábado como obispo de Bilbao, diócesis de la que era auxiliar desde 2019. A partir de ahora tendrá a su cargo a más de 1,1 millones de personas, aunque muchas de ellas ya no se consideran católicas. El País Vasco es una de las zonas más descristianizadas de España junto a Cataluña, precisamente en las regiones donde el nacionalismo se ha convertido prácticamente en hegemónico.
El nuevo obispo tiene por delante grandes retos aunque no le falta experiencia ni bagaje. Realizó un posgrado de Economía en Estados Unidos. Luego estuvo como misionero en Ecuador durante más de 10 años e incluso en España creó una banca ética.
En una entrevista con Fran Otero en Alfa y Omega relata su propia historia personal y el futuro que tiene por delante en Bilbao:
-Iba a estudiar Economía, pero se cruzó la vocación.
-Había decidido estudiar Economía en La Comercial de Deusto, pero en el curso de COU vino a dar su testimonio el entonces rector del seminario, Juan María Uriarte. Al final, preguntó si había alguno dispuesto a pensarse entrar en el seminario. Algunos levantamos la mano. Tras dos meses de discernimiento, entré.
-Al final, realizó un posgraduado en Economía, pero en Estados Unidos.
-Con 30 y pico años tuve que competir con chavales ya graduados. Estuve muchos meses estudiando matemáticas para economistas y me preguntaba qué hacía yo allí.
-¿Y qué hizo a la vuelta?
-Tuve la oportunidad de crear un banco, Fiare, que empezó en Bilbao. Lo arranqué visitando comunidades religiosas y pidiendo 3.000 euros a cada una para tener un capital básico. Convencí a diez y lo lanzamos. No quería que fuera un banco de la Iglesia, sino proponer la idea subsidiariamente. Luego, ante la imposibilidad de conseguir licencia bancaria, se llegó a un acuerdo con Banca Popolare Etica y funcionamos con la suya. No hay otra entidad que ofrezca el mismo tipo de servicio y la transparencia completa en sus inversiones.
-¿Por qué el interés por las finanzas?
-En la Iglesia, en el tema financiero, había un agujero enorme. Hablamos de condiciones laborales justas, pero seguíamos invirtiendo el dinero donde lo hacían todos los demás y sin hacernos ninguna pregunta. Era un mundo donde la doctrina social de la Iglesia no estaba aterrizada. Fiare es una cosa pequeña, diferente, y que muestra que se pueden hacer las cosas de manera distinta.
-En 2005 se fue a Ecuador. ¿Siempre había querido ser misionero?
-En la Iglesia del País Vasco ha habido una conciencia muy fuerte con las misiones y, de hecho, se le encargaron varios territorios, entre ellos una zona de Ecuador. Fueron los obispos ecuatorianos, tras dar una charla allí, los que pidieron que fuera para desarrollar la Cáritas nacional. Y dije que sí.
-¿Cómo fue la experiencia pastoral?
-Siempre tuve una parroquia y, de hecho, creamos una nueva en el norte de Quito. También estuve en Riobamba, donde me tocó dirigir un hospital que pertenecía a la diócesis. Allí, fue la primera y única vez en mi vida que he sido cura en una zona rural. Había una parroquia central y varias comunidades pequeñas, a las que podía tardar en llegar unas cuatro horas. Iba con una mochila, limpiaba un pupitre de la escuelita que convertía en altar, y celebraba la Eucaristía. Es lo más evangélico que he hecho en mi vida. Todo lo que ha venido después, los oropeles y el obispado, será un servicio muy importante, pero donde yo he tenido la certeza de que estaba el Evangelio puro era allí.
-De vuelta a Bilbao y a la actualidad. ¿Cuál es el reto principal de la Iglesia?
-Esta Iglesia tiene una profunda tradición de compromiso social. Eso está asegurado. El reto es la experiencia de Dios. Si no hay experiencia de Dios, si no hay comunidad que ora, no va a haber nada. El gran interrogante es qué vamos a ser capaces de sembrar en un momento en el que esa experiencia y la oración están en profunda crisis.
-¿Cómo llegar a los jóvenes?
Hay un cambio cultural tan grande que tenemos una dificultad en transmitir la riqueza del Evangelio a los jóvenes. Hay que hacer todo lo que se pueda para experimentar con flexibilidad y que puedan recibir lo mismo que nosotros.
-Todavía está muy presente el dolor generado por ETA. ¿Qué queda por hacer en materia de reconciliación?
-Es muy difícil de justificar el sufrimiento que ETA generó al utilizar la violencia. Como parte de nuestra historia, tiene que ser una memoria viva, una memoria que no podemos olvidar por respeto a las personas que fallecieron y a las familias. La tarea de reconciliación sigue siendo viva y difícil. Algunos consideran con razón que, en algunos momentos, la Iglesia no estuvo a la altura de las circunstancias a la hora de denunciar. Sin embargo, hay muchas iniciativas, como Gesto por la Paz, que surgieron de matriz eclesial, y tuvimos que aguantar insultos del otro lado en manifestaciones cuando mucha gente todavía no tenía conciencia. La historia de la Iglesia es, en este sentido, bastante compleja y las versiones simplistas son injustas.
-¿Cuál debe ser su papel ahora?
-En la medida que somos presencia social significativa, tenemos que seguir apostando por el diálogo, por el respeto al sufrimiento de las personas, por la posibilidad de encuentros restaurativos y por acercarnos a las familias de las víctimas.