Jesús y Diego son dos de los alumnos de la Escolanía del Valle de los Caídos que estrenarán sus estudios universitarios este curso. Allí, por el momento, solo se cursa académicamente hasta 2º de la ESO (13-14 años), así que completaron la enseñanza secundaria y el Bachillerato en otros centros de la sierra madrileña. Mantuvieron, sin embargo, su residencia como internos en la escolanía. De este modo han podido continuar durante los últimos cuatro años la formación humana y musical recibida desde niños en el incomparable marco natural y monumental de la abadía de la Santa Cruz.

Son, pues, los primeros escolanes en la historia del centro que han permanecido en ella desde su entrada infantil hasta los 18 años. Una experiencia para la cual hoy solo guardan palabras de añoranza y agradecimiento.

Mejorando día a día

Jesús formaba parte del coro de la parroquia de su pueblo toledano cuando otro de sus miembros, antiguo escolán, reparó en sus excepcionales cualidades para el canto. Le propuso ir con sus padres a ver al monje encargado de las pruebas, muy querido por los escolanes, el padre Laurentino Sáenz de Buruaga, fallecido hace cuatro años. Pasó el fielato y entró en 4º de Primaria (9-10 años). Muy pronto empezó a cantar con los más veteranos: "No tenía ni idea de música, fue una experiencia totalmente nueva que se me hizo muy divertida. Y todos los días percibes cómo vas mejorando", nos explica.

Jesús, una vida para la música: como práctica y como ciencia.

Al cabo de un tiempo empezó a tocar también el piano, y al ir avanzando en la Secundaria perfiló lo que quería estudiar:  "¿Qué mejor que hacer lo que siempre se me había dado bien?" Lo hacía muy bien al instrumento, controlaba el lenguaje musical, destacaba en el coro..." Lo tuvo claro, y en octubre comenzará los estudios de Musicología.

Una vida más estructurada

Diego, por el contrario, se inclina por las Ciencias y empezará Matemáticas tras lograr una Matrícula de Honor en el Bachillerato. Llegó a la Escolanía un poco más tarde, en 6º de Primaria (11-12 años). A él le 'descubrieron' durante unas pruebas en su colegio de la sierra madrileña. Él sí tenía alguna experiencia musical, porque tocaba la guitarra y siguió haciéndolo, aunque en bachillerato se cambió a piano.

Diego, futuro matemático tras acabar el bachillerato con Matrícula de Honor.

Sus recuerdos de la escolanía no pueden ser mejores: "Era como estar en un campamento con los amigos, solo que, en vez de ir a yincanas u otras actividades, tenías clase". Valora mucho los beneficios para su vida personal del aprendizaje de la música, más allá de capacitar a los alumnos para el canto: "La música te ayuda a ver el mundo de una manera más estructurada: es todo matemáticas, todo ritmo. Para interpretarla tienes que adaptarte a unas reglas, y eso te facilita adaptarte a otras realidades de la vida", expresa con sensatez.

Una huella imborrable

La experiencia de estos dos antiguos escolanes no es excepcional. "El 95% de los alumnos de la Escolanía están encantados", nos cuenta Jesús, aunque siempre hay alguno a quien no le cuadra esa forma de vida. No es su caso, ni el de su hermano menor, que es actualmente escolán: "Me lo he pasado siempre muy bien", recuerda para explicar que el hecho de tratarse de un internado no se hace duro para los chicos, porque, sobre todo en los primeros años, las estancias en casa y las visitas de sus padres son frecuentes.

Jesús dedicará su vida la música. Diego no, pero tampoco va a desconectarse: "Quiero continuar", afirma con convicción, y participará para ello en alguno de los diversos grupos corales que existen formados por antiguos escolanes y otros cantantes.

Ambos evocan con nostalgia uno de los aspectos más atractivos y al mismo tiempo formativos de su estancia en la Escolanía del Valle de los Caídos, las giras nacionales e internacionales: "Es de las mejores cosas que me llevé, sobre todo el increíble viaje a Chile. Pero incluso en las salidas de un solo día te lo pasas genial y es muy gratificante cómo te aplaude la gente", evoca Diego.

Los chicos son muy conscientes del crédito nacional y exterior de la institución a la que han pertenecido, y se sienten orgullosos del nivel musical que ofrecen en los certámenes, dentro y fuera de España, a los que acuden junto a otros coros de voces blancas... Coinciden en que su gran orgullo es su especialización en canto gregoriano: son la única escolanía del mundo que trabaja el repertorio gregoriano completo, una proeza para intérpretes de tan corta edad.

En la transición a los colegios donde completaron sus estudios de secundaria y bachillerato no encontraron ninguna dificultad: ni académica, porque afirman que el nivel que encontraron en las distintas asignaturas fue semejante al de la Escolanía, ni de integración personal. Y eso que en este último punto el cambio era notable, al pasar de aulas de cuatro alumnos en la abadía ("casi unas clases particulares", subrayan) a clases de más de veinte. Ambos hicieron tantos amigos en las nuevas circunstancias como habían hecho en la Escolanía.

Una historia de excelencia educativa

Como muchos cientos de alumnos desde hace setenta años, Diego y Jesús no ocultan el orgullo de haber formado parte de la Escolanía del Valle de los Caídos. Ésta nació a la vez que la abadía de la Santa Cruz para contribuir a la solemnidad de las celebraciones litúrgicas, característica especial de los benedictinos de la congregación de Solesmes. Seguían así además una vieja tradición europea de transmisión de la herencia musical a través de las capillas monásticas y catedralicias por medio del canto coral.

Al aproximarse el inicio de un nuevo curso académico en la Escolanía, ellos son un buen modelo en el que pueden mirarse los actuales escolanes. Charlando con ellos se percibe que entran en la vida adulta con una madurez personal que no es moneda corriente ni siquiera entre los adultos. Es el legado de siglos de sabiduría educativa que se renueva cada septiembre desde 1958 bajo la Cruz más alta del mundo, y con un aire de montaña que purifica los pulmones para que canten mejor las alabanzas de Dios en el espíritu de San Benito.