Maribel Gómez es enfermera del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba, pero a diferencia de los miles de compañeros en toda España que han luchado contra el coronavirus ella ha vivido la pandemia desde otra trinchera: la de enferma grave, pero no por el virus. Y es precisamente así como ha tenido un profundo encuentro con Dios.
Ingresó con síntomas de coronavirus, pero los médicos descubrieron otra cosa, una afección cardiaca que necesitaba de una operación urgente. Y a partir de ahí comenzó esta historia de vida, muerte y fe.
Todo comenzó el pasado 13 de febrero cuando comenzó con una fiebre muy alta, malestar general y tos persistente… síntomas típicos del coronavirus. Fue ingresada, pero con el paso de los días lejos de mejorar siguió empeorando. Al final lo que necesitaba era una operación de corazón.
"Acompañada por Dios y la Virgen"
Este momento fue muy duro también para su familia, pero ella relata a la Diócesis de Córdoba que “le pedía a Dios que los consolara y los aliviara porque conmigo ya lo llevaba haciendo días. Me sentía acompañada por Él y por nuestra Madre que no me soltaba de su mano, de manera continua y dándome una fuerza increíble ante mi estado de salud”.
Además, Maribel contaba con la comunión diaria que su párroco le llevaba todos los días. Y así llegó la víspera de esta operación urgente, lo que ha sido una experiencia fantástica de “amor de Dios” que “no cambio por nada y que todos, a lo largo de nuestra vida, tenemos muchas oportunidades de vivirlas aunque, a veces, no sepamos reconocerlas”.
Desde niña asegura haber tenido a Dios muy presente, y fue precisamente esta fe la que la llevó a descubrir su vocación profesional. “Me buscó para ser enfermera y poder cuidar a los demás desde que leí siendo pequeña la vida de un Santo: San Damián, que se dedicó a vivir junto a los leprosos y cuidarlos. Aquella vida entregada me fascinó y le preguntaba a Dios cómo podría yo hacer lo mismo. Era pequeña, pero Él me fue poniendo el camino”, relata.
Volviendo a aquellas horas previas a la intervención en un contexto de pandemia, Maribel señala que Dios le regaló la posibilidad de “pedir perdón a familiar, amigos, compañeros por todo lo que podía haber hecho mal para con ellos”.
Durante estas semanas en los hospitales se han multiplicado las unciones de enfermos
Un momento “de vital importancia” para ella en aquel momento crítico fue el descubrir el Sacramento de la Unción de Enfermos. “¡Qué pedazo de regalo nos hace Dios!, y que mal valorado está por casi todos, en general. Para mí fue una gozada el prepararme para, quizás, poder ver a Dios. El Sacramento me aportó fuerza, alegría y una paz que no podían venir de mí, sino que me habían sido regaladas al recibir dicho Sacramento. Esa noche hasta descansé bien, no tuve ningún episodio de tos ni de ahogo; dormí de un tirón, plácidamente, desde las 22,00 hasta las 7,00 del día siguiente, hecho que asombró y confirmó mi familia”, explica.
"Vivir todo como un regalo de Dios"
Las oraciones, el acompañamiento de su parroquia, las visitas de sus familiares… todo ello Maribel lo vivió como un regalo de Dios.
Finalmente, la operación salió bien, y durante las semanas de recuperación que siguieron “Dios seguía ahí acompañándome en el dolor, en las limitaciones físicas, y me dio la posibilidad de crecer en paciencia, en humildad, agradecimiento y esperanza”.
“Cuando tenía dolor siempre venía a mi mente la imagen de Jesús clavándole los clavos y me decía a mí misma que mi dolor era bastante menor que el suyo…De nuevo se hacía presente aliviándome”, añade.
Y ahora, prosigue Maribel, Dios se sigue haciendo presente cada día pues afirma que “me ha tocado los ojos del corazón para poder amarlo más, vivir agradecida sus regalos diarios y dar testimonio de Él”.