En esta pasada Vigilia Pascual fue bautizada en la catedral de Burgos la joven búlgara Elena Ognyanova Borisova. Nacida en 1984 había sido educada en la fe ortodoxa aunque nunca le había dado importancia a la religión. Ha sido ya en España y gracias al testimonio de vida de una profesora de prácticas donde descubrió a Dios, lo que le llevó a querer ser católica.
Auxiliar de enfermería de profesión, actualmente prepara unas oposiciones para el servicio de salud de Castilla y León. Esta joven llegó a España en 2002, concretamente a Soria, porque su padre tenía familia allí y ya había venido anteriormente con su hermano.
"Había un vacío en mi corazón"
“Ellos me animaron a venir a España y estuve en Soria 13 años cuidando niños, ya que siempre me ha gustado como profesión el cuidado de las personas. Después conocí a quien ahora es mi marido, a través de un amigo. Veíamos que teníamos muchas cosas en común y un día quedamos, fue una cita a ciegas y surgió el flechazo. Tras salir como novios nos casamos en la Embajada de Bulgaria en Madrid y me vine a Burgos, donde ya llevamos tres años juntos y somos muy felices”, cuenta a la web de la Archidiócesis de Burgos.
Era ortodoxa aunque nunca estuvo comprometida con la religión y confiesa que en estos años “había un vacío en mi corazón” pues “la religión que yo viví en Bulgaria se limitaba a ir a la iglesia y encender una vela, poco más”.
Su conversión al catolicismo vino través del ejemplo de la que precisamente ha sido su madrina, y que fue su profesora de prácticas de auxiliar de enfermería en el Hospital San Juan de Dios.
"Veía a Dios en su manera de ser"
“Lo curioso es que no me hablaba de Dios, pero veía a Dios en su manera de ser, en cómo trataba a los enfermos, en la alegría que tenía y además conocí a su familia y me di cuenta del amor que se tenían, de lo que es una familia cristiana, lo bien que se llevaban y el buen trato que me dieron a mí, como uno más entre ellos. Eso fue muy importante, me hizo sentir el amor al prójimo, un amor que estoy segura venía de Dios y que me acercó a la Iglesia”, explica Elena.
Esta nueva católica señala que “mi madrina me llevaba a misa algunos días a la catedral y otros a San Cosme y San Damián” aunque “Nadie me dijo si deseaba ser católica, mi madrina no me hablaba de nada de ello, pero yo sentía esa necesidad porque quiero parecerme a ella, sentir esa alegría que ella tiene y que me ha transmitido, y un día se lo dije, que quería ser católica. Por supuesto, supuso una gran alegría”.
Recibir el bautismo ha sido muy importante para ella porque era “algo que deseo con todo el corazón, que voy a formar parte de la Iglesia, de la familia de Cristo, y eso me hace feliz, porque llevo mucho tiempo deseando la comunión pero no puedo recibirla al no estar bautizada, y ahora podré hacerlo y tener a Cristo conmigo siempre”.
Sentir el amor de Dios no ha sido algo que ha ocurrido de repente, confiesa. “Ha sido un proceso largo, de unos 15 años. Yo notaba un vacío en mi corazón. En Bulgaria leí el Corán y la Biblia buscando a Dios, necesitaba encontrar algo que me llenara la vida y por más que estudiaba y trabajaba, el vacío seguía dentro de mí. Como ya he dicho, el momento en el que siento a Dios es cuando conozco a Mari, mi madrina y profesora de prácticas en el Hospital. Entonces hay algo especial que siento al verla, no podemos encontrar a Dios si no es a través de los demás y del amor que pone en otras personas para que lo transmitan, al igual que el amor que ahora me llega a mí, siento que debo transmitirlo a los demás. Para mí Mari Cruz ha sido como una luz en mi camino que me ha mostrado a Dios, en su manera de ser y de actuar con los demás”, reitera.
Admite que por un lado sí le hubiera gustado haber recibido el bautismo de niña, "pero ahora te diría que no cambio nada, porque todo el proceso que he vivido en Burgos de preparación con personas maravillosas ha merecido la pena y he aprendido mucho. Si ahora me permitieran volver atrás, lo haría igual, porque lo que he vivido y aprendido va a marcar mi vida de cristiana para siempre", concluye.