España vive nuevamente unos días de gran revuelo ante la decisión unilateral del Gobierno de conceder los indultos a los responsables políticos del intento de golpe de Estado en Cataluña. Los presos ya están libres y nada más salir de prisión se reafirmaron en sus posiciones de seguir luchando por la independencia de Cataluña.
El uso hecho por Pedro Sánchez de estos indultos, con los que pretende lograr el apoyo de estos partidos para poder mantenerse en el poder, ha provocado reacciones de todo tipo y también desde diferentes ámbitos, incluido el de los obispos.
Uno de los obispos que se ha manifestado con más claridad y celeridad ha sido el arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes OFM. En una tercera en ABC, el prelado recuerda que “los indultos que un gobierno puede estudiar y, eventualmente, conceder tienen un itinerario que es claro en nuestro ordenamiento jurídico dentro de un Estado de derecho como es España. Y no se pueden arbitrariamente conceder o negar desde un caprichoso uso y un interesado cálculo que no tiene que ver con las palabras manidas en este festival de una extraña piedad, apelando a sentimientos sagrados y enormemente delicados, para venir a la postre a tapar los verdaderos motivos que se exhiben impudorosamente desde una pretendida magnanimidad”.
De este modo, Sanz Montes alerta que se vive actualmente “en una época en la que las palabras son continuamente robadas para volcar una verborrea vacía que de tanto repetirla ya no nos dice nada”, por lo que considera que es una suerte de “encantamiento para serpientes ingenuas que se dejan llevar por palabras sin verdad con una trama que engaña”.
Por ello, el arzobispo de Oviedo recalca que “es extraño invocar el diálogo con los que no quieren hablar, o tener magnanimidad con quienes la van a usar y tirar, o empeñarse en la reconciliación con los que siguen insidiando con saña y dividiendo sin rubor, o abogar por la tolerancia con quienes no renuncian a la violencia, o apelar a medidas de gracia para beneficio de los que ni las piden ni las merecen por su amenazante actitud de reincidencia. Digo que es extraño y también culpable, porque no resulta un atrevimiento ingenuo, ni una bondadosa inocencia”.
En un tono muy duro denuncia esta “maquinación política, una más que nos acerca la ralea de quienes han hecho su propio cortijo de la gobernanza de un pueblo, entonces se descubre la actitud tramposa de unos modales en las formas y la aptitud perversa de unos intereses sin entraña”.
“Más difícil resulta calificar la actitud y la aptitud cuando no hay siglas políticas detrás, sino simplemente un buenismo irresponsable que se alinea con ellas sin más, repitiendo como un mantra los argumentos prestados y asumidos en canal, cuando más bien cabría esperar un juicio moral que se deriva de la rica doctrina social de la Iglesia que ahonda en su sabiduría y bebe de su experiencia que con logros y fallos hemos ido escribiendo como preciosa aportación serena a la sociedad”, añade.
En este sentido, el arzobispo cree que “como ciudadanos todos y como cristianos los creyentes, tanto en las coyunturas civiles así como en las eclesiásticas, a todos se nos reclama esa fidelidad a la coherencia de una posición católica que no aísla ni empeñece, que no excluye ni enfrenta, y fidelidad a una historia labrada generosamente por enteras generaciones que durante siglos han construido pluralmente España. Es la misma enseñanza que no hace tanto tiempo dimos los obispos españoles hablando de la unidad de nuestro pueblo como un bien moral, capaz de valorar lo que nos distingue y, al mismo tiempo, lo que nos enriquece complementariamente, cuando no hacemos de las distinciones un arma arrojadiza cainita y letal”.
Ahondando en las formas que ha utilizado el Gobierno, Sanz Montes afirma que “se indultan los intereses construidos desde el diseño egoísta e insolidario de quien se aprovecha tan sólo de su propia causa engañando, forzando, manipulando, insidiando y dividiendo. Pero no se indulta la vida del no nacido a cuyo asesinato en el seno de su madre se aspira a que sea un derecho, ni la vida del enfermo o anciano terminal al que se permite acabar con su vida eutanásicamente en lugar de cuidarla con respeto, cariño y consuelo con las medidas paliativas y espirituales, ni la educación de nuestros más jóvenes sustrayendo ideológicamente la responsabilidad de sus padres”.