Los incidentes más graves contra la Iglesia en la jornada feminista radical del 8-M tuvieron lugar en Valladolid. Un grupo de manifestantes invadió la sede del arzobispado interrumpiendo la rueda de prensa de presentación de las piezas artísticas de la diócesis que se enviarán a la exposición de Las Edades del Hombre en Lerma (Burgos). El piquete, cuyos miembros iban encapuchados, lanzaron papeles y gritaron consignas contra la Iglesia con un megáfono, permaneciendo unos minutos en el local hasta que decidieron marcharse.
Pero no fue un hecho aislado. Numerosas diócesis españolas han visto pintarrajeados sus templos durante las manifestaciones feministas del 8 de marzo. Como casi todas las concentraciones han tenido lugar en el centro histórico de las ciudades, buena parte de esos edificios atacados -no solo religiosos, también civiles- son además monumentos de gran valor artístico.
El arzobispado de Madrid denunció "pintadas ofensivas a la fe católica" en la fachada de varios templos y en algunos casos "cerraduras cubiertas de silicona" para impedir su normal apertura. Algunas de las expresiones utilizadas fueron Puto clero, Pederastas y Aborto libre.
Fotografías facilitadas por el arzobispado de Madrid, con dos de los ataques sufridos en sendos templos el 8-M.
En Granada, el célebre Convento de la Encarnación, fundado en 1524, fue embadurnado con una pintada de color morado insultando directa y brutalmente a la Virgen María.
En La Coruña, la Colegiata de Santa María del Campo, declarada bien de interés cultural desde 1931, también fue pintarrajeada de ese color con el lema en gallego Nin sumisas nin devotas. Su limpieza exigirá un tratamiento especial, al tratarse de un edificio del siglo XII.
En Sevilla, la iglesia de San Roque, del siglo XVIII, fue ensuciada con la pintada Ni Dios, ni amo ni 'marío' [marido].
En Castellón, que vio machados monumentos de todo tipo, una pintada en blanco pidiendo Aborto libre apareció en la concatedral de Santa María.
También varios colegios religiosos han visto manchadas sus paredes con lemas feministas básicamente insultos a la Iglesia y proclamas proabortistas.
Todas estas muestras de vandalismo repiten las del año pasado y han ido en aumento desde que hace tres años la jornada del 8 de marzo adquirió carácter oficioso en su versión más radical y agresiva, siendo impulsada desde los poderes públicos y por el establishment mediático y político e impuesta de facto en el sistema educativo.