David Rodríguez Nieto vive en el barrio madrileño de Vallecas, es profesor, tiene cinco hijos pequeños y una enfermedad le ha tenido postrado en una silla de ruedas. Como nadie sabe curarle decide rezar una novena al venerable Isidoro Zorzano, ingeniero, compañero de San Josemaría y miembro del Opus Dei.
El podcast "10 minutos con Jesús" ha sido de los primeros en contar su historia y, posteriormente, el portal Aleteia y la web del Opus Dei aportaron más detalles.
Un mensaje improvisado
"Un día, hace cinco años, moviendo un mueble, David se hizo daño. Parecía algo de un tendón en la mano derecha, y necesitó de una operación. Se complicó y le afectó a otros nervios. Más operaciones. Empeoró. Se extendió", relata el medio.
"Le afectó al equilibrio, a temas neuronales, se le quedaron los dedos agarrotados. Los dolores eran muy intensos. Le colocaron un neuroestimulador, que al principio pareció funcionar, pero su cuerpo lo rechazó por algún tipo de alergia. Perdió la sensibilidad, y finalmente, quedó en silla de ruedas", se añade.
Y, aquí, es cuando entra en juego la providencia. David y su mujer, Teresa, se casaron en la parroquia de San Alberto Magno, en Vallecas. Precisamente donde está enterrado Isidoro Zorzano, compañero de clase del fundador del Opus Dei San Josemaría Escrivá de Balaguer.
"En mi casa, somos muy de pedir cosas a Isidoro Zorzano. Nos ha hecho favores cotidianos. Y dijimos, '¿por qué no?' Ya que nos ha ayudado en pequeñas cosas, que haga algo más gordo", relató David.
Así que, sin pensárselo mucho, escribió un texto sencillo de invitación para unirse a una novena a Isidoro Zorzano por Internet. El mensaje se difundió rápidamente y tuvo una gran acogida. Unos días antes, el médico le había dado malas noticias, parecía que tendrían que operarle, pero no para curarle, sino para reducirle el dolor.
El último día de la novena a Isidoro, David había quedado con su amigo Carlos para ir a El Escorial, un pueblo de la sierra madrileña. Iban en el coche de Carlos. Entonces, David comenzó a sentir un hormigueo en la pierna. Se lo dijo a su amigo, quien le recordó que aún le quedaba por rezar la última estampa de la novena.
Pararon en una gasolinera. Rezaron la estampa muy emocionados. David salió del coche por su propio pie. El equilibrio que perdió hacía años, había vuelto. Y la sensibilidad. Los dedos se habían vuelto a estirar. El dolor había desaparecido. Se abrazó emocionado a su amigo e inmediatamente llamó a Teresa para anunciarle la noticia.
David acudió a la consulta, pero, al principio, el médico no le reconoció. Efectivamente tenía un paciente con ese nombre y apellido, pero "el otro" apenas se podía mover... y ahora tenía delante a alguien que había entrado andando tranquilamente por su propio pie.
El médico le preguntó si había tenido algún tipo de tratamiento especial y entonces David decidió contarle que era cristiano y que, en vista de que los medios humanos ya no daban más de sí, había decidido intensificar los sobrenaturales y que había empezado a rezar una novena.
El médico le hizo distintas pruebas y mientras iba repitiendo, una y otra vez, "no me lo puedo creer, no me lo puedo creer". Al finalizar elaboró un nuevo informe y les dijo a David y Teresa: "lo único que tengo claro es el nuevo tratamiento: siga usted tomando novenas".
"Ahora tengo varios meses de rehabilitación por delante porque tengo los músculos acartonados, no tengo fuerza en las manos, me canso enseguida", cuenta al medio.
"No quiero ser protagonista, el mérito es de Dios a través de Isidoro. No lo estoy viendo de la barrera, estoy dentro de la plaza. Yo estoy agradecido, continuamente dando gracias, pero el modelo a seguir no soy yo", asegura.
A David le gustaría que su historia se conociese, pero solo para dar gloria a Dios: "Yo cuento lo que sea pero para acercar a la gente a Dios, no quiero ser showman. Pero yo quiero contar la realidad para que la gente crea y podamos tener más milagros".
Isidoro y su amor por la Eucaristía
Isidoro Zorzano nació en Buenos Aires (Argentina) el 13 de septiembre de 1902. Era el tercero de cinco hijos de unos emigrantes españoles. Regresaron a España en 1905 y se establecieron en Logroño. En enero de 1916 conoció a Josemaría Escrivá, un nuevo compañero de curso, proveniente de Barbastro, con el que entabló amistad.
En junio de 1927, Isidoro obtuvo en Madrid el título de ingeniero industrial. Fomentó su vida de oración, madrugaba todos los días para asistir a Misa y comulgar, colaboraba con obras asistenciales; entre otras, dedicaba horas a dar clases a niños pobres.
Durante la Guerra Civil se puso de manifiesto su amor a la Eucaristía: a pesar de las restricciones, proporcionaba a San Josemaría y a otros sacerdotes el pan y el vino para que pudieran celebrar la misa en la clandestinidad, guardaba en su habitación las sagradas formas para que comulgaran los refugiados y reunía a los conocidos para que asistieran a la celebración eucarística en algún piso.
A comienzos de 1943 le diagnosticaron un cáncer. Falleció con fama de santidad el 15 de julio de ese mismo año, a la edad de cuarenta años. El 21 de diciembre de 2016, el Papa Francisco autorizó que se publicase el decreto por el que le declaraba venerable.