Sofía Rubio nació en Bilbao en el seno de una familia católica por cultura y tradición pero con poca fe. Misa de domingo "y nos poníamos atrás en la iglesia" y poco más. Ella no tenía conciencia de estar haciendo nada mal. Así lo cuenta en la segunda entrega de Testimonios de Misericordia, la serie de vídeos que produce la Asociación Lanza.
Sofía fue a Madrid a estudiar un máster donde conoció a Luis, un chico palentino de buena planta, del que se enamoró. Después de unos cursillos matrimoniales inexistentes -"nos los convalidaron porque, como éramos abogados, debían pensar que lo sabíamos"- se casaron por la Iglesia "como hacían todos, pero no sabíamos lo que significaba el sacramento del matrimonio". Sus tres hijos coronaron una vida perfecta de éxito profesional, comodidad y escaso sufrimiento.
El cambio de colegio de sus hijos
Encomendaron la educación de sus hijos a un colegio laico que estuviese cerca de casa y con dos premisas fundamentales: buenos idiomas y exigencia académica. "Nos parecía mucho más importante el inglés que la religión". Su misa dominical -salvo cuando viajaban- era su escasa conexión con Dios.
Poco a poco, Dios empezó a hacerse presente en su vida de forma velada. Decidieron cambiar a sus hijos a colegios del Opus Dei. Era un cambio que podía parecer sorprendente. "Los colegios han sido formativos para mis hijos… y para nosotros", explica Sofía. "Porque tú no puedes conocer a alguien y enamorarte de alguien, como yo estoy ahora enamorada de Dios, si no le conoces".
En los colegios empezaron a invitarles a charlas y retiros. Lo que parecía ser un rollo -"que me perdonen pero entonces pensaba que eran un poco pesados"- se convirtió en un proceso de conversión. Sofía empezó a tener dirección espiritual con un sacerdote del colegio y su pensamiento comenzó a ordenarse. Los mandamientos, la Sagrada Escritura, el silencio para generar el encuentro con Dios en los retiros… Todo era nuevo y asombroso para Sofía. "Descubrí lo que es ser hijo de Dios", señala.
Pero algo no terminaba de funcionar. Una amiga invitó a Sofía a un retiro de Emaús. "Allí descubrí la Misericordia de Dios". Después de muchos años, Sofía confesó un pecado recurrente que le daba vergüenza. Se sintió liberada y dejó de cometer ese pecado de forma inmediata. Además, salió de Emaús con el anhelo de, si llegaba algún sufrimiento en su vida, saber llevarlo con entereza. Un día preguntó a una numeraria del Opus Dei: "¿Cómo puedo prepararme para, si me llega un sufrimiento, saber llevarlo como Dios quiere?". La respuesta fue sencilla: "Rezando".
Poco tiempo después, una molestia física inquietó a Sofía. Al principio pensó que era consecuencia de los múltiples maratones y carreras a las que se apuntaba con Luis. Pero las pruebas desvelaron un cáncer muy agresivo. Cuando recibió la noticia, el disgusto le duró dos minutos. "Éste es el sufrimiento que te estaba pidiendo Dios. Vas a estar orgulloso de mí", prometió Sofía. "Luis y yo ya estábamos mucho más cerca de Dios", señala Sofía, así que decidió ir a Misa todos los días "en lugar de quedarme en la cama viendo Netflix".
Un día, Sofía conoció la historia de Pedro Ballester, un joven numerario del Opus Dei que falleció en 2018 con apenas 21 años. La vida de Pedro conmovió a la familia de Sofía. Con un cáncer muy agresivo y parecido al de Sofía, nunca perdió la sonrisa y vivió su enfermedad con el anhelo de acercar a sus amigos a Dios. Su fama de santidad tiene a Pedro a las puertas de un posible proceso de beatificación.
Desde entonces, Sofía ha puesto a rezar a toda la gente que conoce pidiendo la intercesión de Pedro para 'arrancar' a Dios el milagro de la curación. "Para ser beato tiene que hacer un milagro", sonríe Luis, "y le estamos pidiendo que primero haga un milagro con Sofía".
Un documental sobre Pedro Ballester.
Sofía y Luis también quieren acercar a sus amigos a Dios, como hizo Pedro. Por eso dan testimonio. Se llevan a sus amigos a Misa… ¡aunque no sean creyentes! Y Sofía destaca el amor de todas las personas que les quieren. Sienten su amor, su compañía y su intercesión pidiendo el milagro de la curación. Y quieren compartir con ellos el mensaje del Amor de Dios. "No seríamos verdaderamente sus amigos si no lo compartiéramos con ellos", explica Sofía.
Ahora, Sofía afronta la 'nota' de Dios ante el examen del sufrimiento que ella había esperado. "Dios le pone una muy buena nota", sonríe Luis, "creo que Dios está muy contento con ella por la alegría que transmite. Lo estamos llevando muy cerca de Dios y de la mano de la Virgen. Eso nos da seguridad, tranquilidad y hasta que Dios quiera. Porque todos estamos aquí de paso".
(Si quieres puedes rezar por Sofía con la estampa de Pedro Ballester).