Un preso búlgaro que se encontraba cumpliendo condena por numerosos robos, secuestros y otros delitos en la cárcel alicantina de Fontcalent decidió autopercibirse como mujer y logró que lo acomodasen en el módulo femenino, donde dejó embarazada a una reclusa. La mujer decidió tener a su hijo, cuyo padre fue devuelto al módulo masculino y posteriormente trasladado a otra prisión.
Bastó su propia declaración
Estos hechos, anticipados por OK Diario de fuentes penitenciarias, sucedieron "en enero o febrero" y no han sido confirmados ni desmentidos oficialmente, por tratarse de un asunto privado de un recluso. Suponen un caso en España de algo -el embarazo por un preso trans- que ya ha sucedido en otros países a consecuencia de la aplicación de normativas inspiradas en la ideología de género.
Es además un caso paradigmático de lo que promueve la ley Trans española -que aún no estaba en vigor en aquel momento-, pues al preso le bastó su propia declaración para conseguir lo que pretendía: no llevó a cabo ningún tratamiento hormonal ni quirúrgico y ni siquiera modificó su ficha, donde seguía figurando como varón. Se limitó a proclamar su condición de mujer lesbiana y a exigir que se dirigiesen a él como tal.
Una instrucción de 2006 de "integración penitenciaria de personas transexuales" ya facilitaba estos traslados, y de hecho en Fontcalent ya había otro trans en el módulo femenino, por lo que se establecieron turnos de ducha diferenciados.
La cárcel alicantina de Fontcalent.
En marzo, seis presos asturianos pidieron el cambio de sexo con el mismo objetivo de cambiar sus condiciones de reclusión.
Agresiones sexuales habituales
En el caso que ha saltado ahora a la luz pública, la relación entre el preso trans y la reclusa fue consentida, pero en cárceles estadounidenses ya hay denuncias de agresiones sexuales habituales en la convivencia entre mujeres y hombres trans, porque incluso violadores han sido beneficiarios de la perspectiva de género en la legislación penitenciaria.
Un caso particularmente célebre tuvo lugar en el Correccional para Mujeres de Washington, donde Jazzy (antes Jonathan) fue acusado de numerosas agresiones sexuales. En uno de los casos, la víctima, que se despertó siendo manoseada por Jazzy tras semanas de insinuaciones, presentó denuncia a las autoridades del centro. Pero él la acusó de "homófoba" y de acoso psicológico y logró que fuese castigada por "denuncia falsa".
Porque uno de los poblemas al que se enfrentan las mujeres en estos casos es el miedo de los responsables penitenciarios a las campañas mediáticas de descrédito y denigración personal de los grupos LGBT: "El personal de la prisión favorece a las personas transgénero para evitar posibles litigios por discriminación", señala Scott Fleming, antiguo funcionario de prisiones, a National Review.
La misma prisión, añade, "desestimaba con frecuencia las denuncias contra los reos [transgénero] y en algunos casos optaban por castigar a las víctimas en vez de a los agresores, lo que convirtió al centro en un albergue para depredadores sexuales".
Otro caso que relata Fleming es el de Andromeda Love (antes Hobby Bingham), quien agredió sexualmente a una reclusa con problemas mentales y apariencia de niña pequeña. El preso trans solía jactarse de su intención de tener un hijo con alguna reclusa para beneficiarse él después las compensaciones económicas a las que tienen derecho las mujeres que se quedan embarazadas en prisión.