Una religiosa polaca y otra italiana acuden en verano al santuario de O Cebreiro, donde el Camino de Santiago entra en Galicia. Su objetivo es acoger allí a los peregrinos, que son numerosos en los meses de buen tiempo. En 2017, 300.000 personas hicieron el Camino de Santiago sellando su compostela en la catedral. De ellas, diez mil empezaron a caminar en O Cebreiro. Los españoles hace años que son menos de la mitad: el 56% de los peregrinos hacia Santiago son extranjeros. Los italianos, alemanes, norteamericanos y portugueses son los más numerosos.
En La Voz de Galicia, Xosé Carreira explica la experiencia de acogida de la italiana Sor Sabrina (que habla bien español) y Sor Ana (polaca que habla bien inglés).
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Sor Sabrina conquista O Cebreiro
O Cebreiro tiene caras nuevas. Desde hace unas semanas, dos monjas apostolinas de Italia y Polonia reciben, junto a un franciscano compostelano y varios voluntarios, a los peregrinos que llegan a Galicia. Son como los porteros de un gran hotel, en este caso una comunidad, la gallega, que ofrecen cordialidad a todos a quienes entran en el recinto religioso, que son muchos ya que allí se sellan las credenciales.
Durante algún momento de la mañana del pasado domingo, sor Sabrina, la monja italiana que llegó hace un mes, era quien recibía a los peregrinos a las puertas del pequeño templo. Hizo también lo propio con el periodista, al igual que días antes lo había hecho el franciscano compostelano Paco Castro.
Nadie se va de O Cebreiro sin una sonrisa y el afecto de los religiosos y los voluntarios.
En un abrir y cerrar de ojos, la receptiva y sonriente sor Sabrina corrió en búsqueda de su compañera. Es sor Ana, una joven polaca que apenas habla español pero sí se maneja en inglés, alemán y, por supuesto, polaco. Su compañera italiana, que habla perfectamente el castellano, aunque a veces pide que le repitan porque no quiere quedarse a medias en la conversación, hace de traductora.
El hecho de hablar español abrió a la comunicativa a sor Sabrina las puertas de O Cebreiro donde dice estar muy cómoda. De hecho, es la tercera vez que viene.
Ella y su compañera Ana participan en las celebraciones que organizan diariamente en el santuario, reciben a peregrinos e incluso se encargaron de hacer pequeñas tiras de papel con pasajes de la Biblia en varios idiomas, que colocaron unas cestitas, para que los caminantes que entren al templo las cojan. Los textos están en alemán, inglés, italiano, polaco y español.
En ocasiones, las monjas también se combinan con Paco Castro para abrir la iglesia santuario a las ocho menos cuarto de la mañana y cerrarla a las nueve. Esas tiras con frases de la Biblia, asegura que son «palabra de vida». Sor Sabrina quiere con ellas transmitir «esperanza y confianza a mucha gente que parece que no la tiene y da la sensación de fracasada».
Desde luego en O Cebreiro, las dos religiosas se encuentran a diario con personas de diferentes credos, formas de pensar y culturas variadas. A 1.300 metros de altura está la gran aldea global, como asegura uno de los empresarios del lugar. «Isto é un pequeno mundo, pero un mundo que non busca odio nin o enfrontamento, nin a guerra, senón a tranquilidade e a serenidade, en definitiva a paz», dijo.
Sor Sabrina dice que está en O Cebreiro, entre otras cosas, porque cree «que lo más importante es ayudar a las personas a descubrir que la vida tiene sentido y este es un mensaje no solo religioso, porque el camino lo hacen personas agnósticas, sino también de humanidad».
Destaca además que la vida es un camino. El mensaje que lanza la joven monja italiana indica que se está en el mundo para «hacer cosas que te han de realizar como persona».
El santuario de O Cebreiro fue cedido por la diócesis lucense, hace ya unos años, a los franciscanos para que se ocupen de llevar a cabo el trabajo pastoral en dicho lugar. El templo está bajo la dirección de la provincia franciscana de Santiago que tiene presencia en varios puntos de Galicia (Lugo incluido, con el colegio de Los Franciscanos).
Los vecinos creen que uno de los últimos curas en atender el santuario fue Don Félix. Después, la diócesis mandó a alguno más, pero ya cedió el santuario a los franciscanos que se ocupan del mismo. El año pasado, por ejemplo, también contaron con la colaboración de las monjas del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús, que también se las conoce como apostolinas.
Participan, además, varios voluntarios laicos que realizan diversas labores como preparar el recinto religioso para las distintas celebraciones.Los religiosos también se ocupan de atender La Faba, en la zona de Vega de Valcárcel, donde hacen celebraciones diversas.