El joven torero Saúl Jiménez Fortes (1990) es uno de los grandes nombres que se están haciendo un hueco primer nivel en el mundo de la tauromaquia. Este malagueño, que se declara como una persona creyente, recibirá recibirá un capote de la seo el próximo 19 de agosto, tras el paseíllo de la Corrida Picassiana, por ser autor de la mejor faena taurina de Málaga en 2018. Dicho capote, diseñado por el bordador malagueño Salvador Oliver, porta la imagen de la Virgen de la Victoria, patrona de la diócesis de Málaga, y elementos que recuerdan al Cristo Coronado de Espinas de la Cofradía de Estudiantes.
Esta es la entrevista que Encarni Llamas le ha realizado para la web de la Diócesis de Málaga:
- En el capote se representa la imagen de la Virgen de la Victoria, la patrona de la diócesis y en el anterior que recibió, la Virgende Gracia y Esperanza (Estudiantes) a quien le tiene usted una especial devoción.
- Cierto, saqué su trono en Semana Santa. Dentro de la religiosidad popular me acerco a esta imagen mariana, pero la fe va mucho más allá de las imágenes y yo soy un hombre de fe.
- ¿Cómo es la fe de Saúl Jiménez Fortes?
- Quizás no sea un buen practicante, pero soy creyente y estoy convencido de que la bondad es el mejor medio para entenderse con las personas. Es más, la fe me ha hecho, en los momentos más difíciles de mi vida, sacar fuerzas para seguir adelante.
- ¿Qué le parece que los capotes de paseo lleven en sus bordados símbolos religiosos?
- Yo creo que el capote de paseo, y cualquier elemento del traje de luces, tiene que identificarse con la persona que lo lleva y Salvador el bordador y diseñador bien sabe de mi devoción a la Virgen. Creo que tiene que tener una identidad con quien lo usa, que haya coherencia. Concretamente, a mí me gusta que haya elementos religiosos porque son momentos de mucha tensión y miedo en tu vida y sentir que llevas algo de tus seres queridos, de tu fe, te hace ir a la plaza con mayor tranquilidad y paz.
- El mundo del toreo es muy arriesgado, ¿cómo entraste en él?
- En mi caso, el toreo ha sido algo muy natural en mi familia, desde que nací. No recuerdo la primera vez que vi un festejo taurino porque mis padres ya estaban vinculados a este mundo. Se vivía en casa con naturalidad. Cuando decidí dedicarme profesionalmente al toro ya tenía unos 16 años. Al principio te lo tomas como una afición y cada vez va creciendo tu motivación y compromiso.
- ¿Sigue algún ritual antes de salir a la plaza? ¿Reza?
- En casi todas las plazas hay una capilla y tiempo para recogerse antes de salir. En todas las corridas, antes de salir, hay muchos momentos durante el día en los que conversas contigo mismo y con Dios y en los que buscas la fuerza y la fe para que todo vaya bien. Pero, hay una parte de mí que es muy pragmática y no me gusta agarrarme a una superstición ni a un ritual, no quiero tener una dependencia a algo que a veces puedes cumplir y otras veces no, es un desapego que te da libertad.
- Un arte de mucho riesgo y tensión, pero también de mucho cariño por parte del público. Prueba de ello es ese capote que recibe usted por segunda vez. ¿Cómo vive esa parte de reconocimiento?
- La búsqueda del éxito y la aprobación no fue lo que me llevó a ser torero, sino más bien la relación con el animal y con lo que yo quería plasmar. He tenido que aprender a vivir con ello. Al principio era algo que me costaba, pero cada vez te sientes más afortunado porque cuando estás en un ruedo y hay una multitud de personas 15 ó 20 mil personas que se emocionan con lo que tú haces y sienten lo que tú sientes eso es muy bonito y me siento muy afortunado. Pero esto no es siempre así. Otras veces uno se siente más vulnerable, las cosas no salen y puedes sentir la frustración de la gente que espera algo más de ti. Como la vida misma, hay un poco de todo. Si el éxito fuese tan fácil no sería tan valioso.