"Seguro que el obispo Xavier no lo ha hecho todo bien y que este no era el final como obispo de Solsona que todos esperábamos, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Lo que es cierto es que toda su obra pastoral y su legado espiritual no se pueden obviar, no se pueden destruir ni eclipsar con cuatro titulares. Su legado ha quedado como testimonio de un gran pastor que ha intentado vivir fiel a su ministerio".
Así concluye un artículo que publicó Catalunya Cristiana este viernes, firmado por Teresa Valero i Melgosa, esposa y madre y trabajadora apostólica del obispado de Solsona. En él hace un detallado elenco de las realizaciones pastorales de Xavier Novell, protagonista de la actualidad desde que el 23 de agosto el Papa Francisco aceptase su renuncia y se conociese después su relación amorosa con Silvia Caballol, psicóloga y escritora de novela erótica.
Por su interés informativo, reproducimos a continuación el artículo en castellano, en traducción de Jesús E.M.:
10 años de ministerio episcopal del obispo Xavier Novell en la diócesis de Solsona
«¿Quién dice la gente que soy yo?» «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,29)
Estas palabras de Jesús a sus discípulos, reflejadas en el evangelio de San Marcos, sirven para empezar este escrito referente al pontificado del obispo Xavier Novell. Estos últimos días las redes se han llenado de hipótesis y, tristemente también, de juicios en torno a su renuncia como obispo de Solsona y sus motivos. Es de agradecer que Cataluña Cristiana quiera dedicar un artículo a hacer una recopilación agradecida de lo que han sido todos estos años de servicio a la Iglesia de Solsona.
«¿Quién dice la gente que soy yo?» Muchas personas y medios estas semanas se han atrevido a afirmar, sin caridad alguna, quién o qué es el obispo Xavier Novell. Ante tantos titulares de ataque o sospecha hacia él, uno puede darse cuenta de qué fácil es hacer leña del árbol caído y hablar sin conocimiento de causa. Como bien ha dicho un sacerdote amigo suyo: «Todos estos no han derramado ni una lágrima por el obispo Xavier».
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Realmente quien puede hablar de lo que somos es la gente que ha intimado con nosotros, que ha compartido el camino de nuestra vida, con quien hemos sufrido, llorado, reído. Estos son los que nos conocen en verdad y en consecuencia nos quieren incondicionalmente por lo que somos. Estos son los que lloran con nosotros cuando caemos. De hecho, al final a Jesús le importa la opinión de sus discípulos, los que habían intimado con él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Somos muchos los afortunados por haber compartido camino con el obispo Xavier: los niños que han jugado y orado con él en las catequesis, en las Catecolonias y en el «oratorio de los niños pequeños»; los jóvenes que ha acompañado a las rutas, peregrinaciones y tantas actividades; los seminaristas, para quien ha sido un padre; los Hermanos, por los que los tenía un afecto especial; los sacerdotes mayores y los más jóvenes; los laicos y «trabajadores apostólicos», por quienes tanto ha apostado y con quien se ha puesto a trabajar por el Evangelio; los enfermos, físicos o espirituales; los andadores con quienes se ha aventurado en el Raid Goum; los gitanos de toda España… Somos muchos los que hemos podido encontrar en él un pastor, un maestro, un padre y un hermano. Y por eso ahora lo lloramos y ya lo echamos de menos.
Su legado pastoral
Comenzaba su pontificado con su ordenación episcopal el 12 de diciembre de 2010. La Catedral de Solsona llena a rebosar, el águila del bestiario solsonense le daba la bienvenida a la ciudad, todos queríamos acompañar al padre Xavier, el padre, el hermano que a muchos había llevado a la fe. Queríamos acompañar al nuevo obispo, el más joven de España. Las palabras que nos dirigió al final de la ceremonia fueron el preludio de lo que serían estos diez años de su pontificado: «Os convocamos a una nueva evangelización, extensa y profunda, que permita nuevamente hacer de esta una tierra de santos».
Así ha sido. La nueva evangelización ha sido el eje central y transversal de toda su acción pastoral de estos años. No ha sido un mero maquillaje de algunas actividades pastorales, sino que ha removido y reconfigurado toda la estructura diocesana con un único fin: intentar que las parroquias pudieran ser realmente comunidades evangelizadas y evangelizadoras, en las que desde el más pequeño al más mayor, los más pobres, las familias, pudieran recibir y vivir el Evangelio.
En estos momentos en los que aún perdura el impacto inicial de su renuncia, es oportuno recordar cuáles son los pasos que han llevado el obispado de Solsona a ser lo que es: una diócesis que, con sus luces y sombras, intenta ser misionera.
Desde el bello principio de su pontificado, el obispo Javier recogió el testigo del obispo Jaume Traserra, con el que había compartido el ansia misionera como secretario personal, secretario canciller y otras funciones. Con él habían impulsado la escuela de formación para laicos, nacida inicialmente para la pastoral juvenil con el obispo Antoni Deig. De ahí han nacido tantos agentes que han estado trabajando pastoralmente, codo con codo, con el obispo Xavier para que la obra misionera fuera posible. También se comenzó la llamada «pastoral de los alejados» -pionera en Cataluña y en el resto del país- que, con la creación del dicasterio para la nueva evangelización en 2010, se convirtió en la Delegación para la Promoción de la Nueva Evangelización.
En enero de 2012, con el Congreso de Manresa impulsado por los dos obispos Romano y Xavier, fue como el disparo de salida de una ingente obra evangelizadora que fue más allá de la Cataluña central hasta llegar a lugares de toda España. Personas inquietas por la nueva evangelización se desplazaron a Manresa para escuchar las ponencias del obispo Rey de Toulon y conocer los diferentes métodos de primer anuncio: el oratorio de los niños pequeños, Alpha, Volver a Creer, una Luz en la noche. En aquellos momentos en los que el Papa Benedicto XVI hacía un llamamiento a una nueva evangelización, con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones, muchos encontraron respuesta en este Congreso.
El 12 de octubre del mismo año se presentaba el nuevo Plan Pastoral diocesano, un Plan eminentemente evangelizador y del cual el obispo Xavier dijo que sería el único que haría durante su pontificado. Así ha sido. Allí se lee: «Este Plan pastoral es vinculante en su objetivo -renovar y revitalizar las comunidades parroquiales- y en el medio para lograrlo: la evangelización. Recomienda propuestas bien concretas que conviene que se tengan en cuenta. Sugiere indicaciones que, en cambio, quedan a la libre decisión de los rectores».
Las propuestas son:
-Una comunidad orante
-Un equipo parroquial de evangelización
-Grupos parroquiales de reiniciación cristiana
-Reestructuración de la catequesis de primera comunión y confirmación
-La celebración de la Eucaristía como cima de toda obra evangelizadora
-El encuentro mensual de la comunidad
-La pastoral infantil y juvenil
-La acción caritativa.
Este Plan podríamos decir que fue profético y que el obispo Xavier, con su ansia misionera y su visión, se adelantó a los signos de los tiempos, ya que algunas de las intuiciones que contiene se pueden encontrar un año más tarde en Evangelii Gaudium del Papa Francisco; la Iglesia, a través del obispo de Roma, confirmaba que el camino que seguíamos en la diócesis era el correcto.
Al mismo tiempo que se presentaba el Plan Pastoral, en la diócesis ya hacía unos años (2010) que en algunas parroquias se llevaban a cabo las cenas Alpha: un método de primer anuncio proveniente de la Iglesia Anglicana, pero eminentemente ecuménico, que ha sido y es motor de cambio en muchas parroquias que quieren convertirse misioneras. Gracias a este método muchas son las personas que han experimentado a Jesús vivo a través de su Espíritu Santo y eso los ha llevado a la incorporación en su comunidad parroquial.
Pero… y después del primer anuncio, ¿qué? Esta pregunta llevó a un grupo de la diócesis de Solsona a visitar Milán. Allí, en la parroquia de San Eustorgio, sede de las células parroquiales de evangelización, descubrimos que las parroquias misioneras estaban formadas por grupos pequeños de discipulado. Había que formar grupos, células donde las personas con una primera e incipiente experiencia de fe pudieran crecer en el conocimiento y adhesión a Cristo. Este descubrimiento llevó al nacimiento de pequeños grupos de fe: «Fe y Vida», «Camino de Vida», «Puntos de Luz», «Beta» … diferentes nombres dependiendo de cada parroquia, pero con un mismo fin.
La obra evangelizadora también llevó, en el año 2014, a conocer los retiros de Emaús en Barcelona y, posteriormente, a implementarlos en la diócesis. Este retiro proveniente de la ciudad estadounidense de Miami ha hecho que muchos hombres y mujeres del obispado experimentaran un resurgimiento en su fe dormida y se convirtieran en evangelizadores y promotores de los métodos de primer anuncio en sus respectivas parroquias.
En la diócesis teníamos métodos de primer anuncio, métodos para el discipulado, pero nos faltaba una escuela que fuera más evangelizadora. La escuela de laicos, que había hecho mucho bien y había formado a las personas más comprometidas del obispado, daba síntomas que ya había hecho su recorrido. Necesitábamos algo que se adecuara a la cultura de la nueva evangelización, necesitábamos un tipo de formación más kerigmática para formar a las personas que salían de los métodos de primer anuncio. Partiendo de esta necesidad y búsqueda, se descubrió la Escuela de Evangelización San Andrés. Así pues, en enero de 2014, el fundador de esta escuela mexicana, el Sr. Pepe Prado, venía a Solsona para presentarla e instaurarla en nuestra diócesis.
En Solsona hemos sido muy viajeros, siempre con la antena puesta para desplazarnos a cualquier punto del mundo donde hubiera una realidad misionera que pudiera hacer bien a nuestro territorio fuertemente secularizado. En esta investigación varias veces hemos viajado a Londres, en la iglesia de Holy Trinity Brompton, donde nacieron las cenas Alpha en los años setenta. Esta iglesia, en estos momentos con una repercusión mundial y presente en todas las confesiones cristianas, organiza cada año la Leadership Conference, un congreso donde referentes mundiales en el campo misionero exponen sus ponencias. Allí, en este entorno, conocimos al sacerdote católico James Mallon, de Canadá, el cual posteriormente se ha convertido en un referente mundial en el campo de la conversión pastoral misionera a través de su libro Una Renovación Divina.
El obispo Xavier más de una vez había dicho que en Solsona éramos como los japoneses: íbamos, veíamos y copiábamos. Este dicho ha sido bien cierto y así es como, al poco de conocer a James Mallon, diferentes sacerdotes, laicos y grupos parroquiales y diocesanos se pusieron a leer y trabajar su libro. James Mallon nos permitió encontrar una pieza muy importante para acabar de encajar el rompecabezas: la importancia de tener una visión definida y una estrategia pastoral concreta. Así, en noviembre de 2017 y como resultado de la lectura mencionada, se presentó en la diócesis la nueva «visión diocesana», que complementaba el Plan Pastoral: «Una nueva organización diocesana al servicio de unas comunidades parroquiales evangelizadoras».
Esta declaración ha guiado la vida diocesana de los últimos cuatro años: creación del equipo diocesano de visión; reorganización territorial que ha dado paso a las unidades pastorales parroquiales (con el fin de unir esfuerzos y recursos para posibilitar el nacimiento de comunidades vivas); nombramiento de laicas para tareas de coordinación diocesana; declaración de visión y planes de acción de la mayoría de las delegaciones; reorganización del seminario mayor; creación de la comisión de acompañamiento integral de las parroquias (con vistas a ayudar y concretar la conversión parroquial misionera); el acompañamiento pastoral de sacerdotes, trabajadores apostólicos y laicos con responsabilidades; el trabajo pastoral por objetivos… Incluso también, y siempre desde la mirada evangelizadora que busca el bien integral de la persona, algunas iniciativas pastorales puntuales relacionadas con la curación y la liberación, como vigilias de oración, formaciones y retiros.
Su legado espiritual
Muchas de las personas de fuera del obispado de Solsona que han participado de las actividades que se han realizado los últimos años han dicho que se respiraba una acogida y una espiritualidad muy característica y que los hacía mucho bien de cara a su camino de fe.
Estas «acogida y espiritualidad» son obra principal del Espíritu Santo. Es Él quien se ha ido sirviendo de muchas circunstancias y personas para ir abriendo caminos nuevos para la vida de fe de tantos en nuestra Iglesia. Ciertamente, sin embargo, en este trabajo generoso y profundo del Espíritu, una pieza clave, como maestro y pastor, ha sido el obispo Xavier.
Es difícil definir esta maestría de vida interior, ya que se debe conocer por experiencia para poder comprender bien; sin embargo, se podría resumir en querer vivir el Evangelio con radicalidad. Tiene un aroma de ternura, la misma que aflora del corazón de Cristo, tiene un aroma de acogida sincera, tiene un aroma de entrega incondicional hecha de la escucha profunda, del abrazo sincero al hermano que sufre, de la generosidad en el acompañamiento, tiene el aroma del pastor con olor a oveja, de la proximidad, de aquel que se embarra porque no ve las cosas desde la barrera, sino que baja al barro con el que sufre, tiene el aroma de la entrega absoluta, tiene el aroma del padre que afloja el paso para caminar junto al hijo o la hija que no puede seguir el camino, tiene el aroma… de aquel que el Señor llama y unge para hacerlo pastor según su corazón.
Ciertamente han sido diez años muy intensos y fecundos, donde no han faltado los problemas, evidentemente, y no pocos (conflictos, dificultades, opiniones dispares, la inercia del «siempre se ha hecho así», envidias, decisiones erróneas…). El mismo Señor rezó por la unidad de su rebaño y, también, el apóstol San Pablo tantas veces expresaba su dolor y súplica a Dios por la comunión y misión de las comunidades fundadas por Él. La tarea evangelizadora es apasionante y bonita, pero no es nada fácil.
Pero no se puede negar que el obispo Xavier ha sido fiel a su promesa hecha el día de su ordenación episcopal: «Os convocamos a una nueva evangelización, extensa y profunda, que permita nuevamente hacer de esta una tierra de santos». Las personas que caminamos en la diócesis de Solsona tenemos mucho camino de conversión por hacer (¡no somos santos!). Pero eso no quita, más bien al contrario, que se pueda afirmar que la tarea evangelizadora del obispo Xavier en la diócesis ha suscitado en el corazón de muchos el deseo de ser santo y de seguir a Jesucristo incondicionalmente.
Seguro que el obispo Javier no lo ha hecho todo bien y que este no era el final como obispo de Solsona que todos esperábamos, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Como dice el mismo Señor: «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra» (Jn 8,7).
Lo que es cierto es que toda su obra pastoral y su legado espiritual no se pueden obviar, no se pueden destruir ni eclipsar con cuatro titulares. Su legado ha quedado como testimonio de un gran pastor que ha intentado vivir fiel a su ministerio. Roguemos, pues, por él, tengamos caridad y misericordia para el momento que está viviendo, no juzguemos, y tengamos también mirada de fe y de esperanza contemplando como Dios mira a su hijo amado Xavier.
Publicado en catalán en Catalunya Cristiana.