Este domingo 18 de octubre se celebra el Domund, marcado irremediablemente por la pandemia de coronavirus. En la rueda de prensa de presentación de este día de las misiones, el director de OMP, José María Calderón, advirtió de todas las dificultades que se están produciendo este año, pero animó a los católicos a dar un paso al frente.
“Las huchas del Domund no podrán salir a la calle este año”, explicó Calderón, que dijo que las limitaciones de aforos en las misas, la importancia de no salir de casa en estas circunstancias, la dificultad de que los misioneros visiten los colegios, las precauciones con el dinero en efectivo… Son grandes retos que ponen al Domund de este año ante un gran desafío: poder mantener la actividad misionera de la Iglesia en 1.115 territorios de misión, justo cuando más lo necesitan. "Las necesidades de la Iglesia en misiones se han multiplicado, es de verdadera necesidad", afirmó.
El año pasado, gracias al Domund se pudieron enviar 10.527.782,81€ a las misiones desde España, que junto con Estados Unidos, aportan más de la mitad del Fondo universal de esta campaña. Para poder seguir enviando ayudas a las misiones en este tiempo de pandemia, Obras Misionales Pontificias ha propuesto nuevas formas de colaborar con las misiones, que van más allá de las colectas de las Misas: Bizum (00500), tarjeta de crédito… Y hasta una carrera virtual solidaria.
Además, Calderón insistió en que colaborar con el Domund no es un simple acto de caridad, sino que se trata de participar en la misión de la Iglesia, con el dinero, el tiempo y la oración. Además, ha hecho hincapié en que la fórmula oficial que tiene la Iglesia para sostener su presencia y actividad en las misiones –África, Asia, Oceanía (excepto Australia) y algunas zonas de América Latina y central- es precisamente esta colecta del Domund. Y por ello, ha animado a no dejar de colaborar este año tan difícil, cuando las necesidades también han aumentado.
Por su parte, el Nuncio en España, monseñor Bernardito Auza, señaló cómo en su amplia trayectoria diplomática ha conocido de cerca el servicio que Obras Misionales Pontificias presta a la Iglesia universal, en especial con esta jornada del Domund. “El dinero ayuda a construir escuelas, parroquias, centros de salud allá donde los gobiernos no llegan”, ha explicado. De hecho, según ha recordado, en su tiempo de trabajo en Madagascar, “raro era el día en el que no invitaban al nuncio a inaugurar una escuela, o una parroquia”.
¿Y cómo llega el dinero desde el bolsillo de los españoles a los misioneros? “Los misioneros presentan peticiones de ayudas, que desde la nunciatura se estudian. No podemos financiar todos los proyectos, por ello establecemos una lista de proyectos prioritarios”, explicó.
“Posteriormente, el nuncio envía los proyectos a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos” –el “ministerio” de la Santa Sede que se encarga de las misiones-. Tras ser examinados y aprobados por Obras Misionales Pontificias mundial, se indica a cada país qué misiones tienen que ser ayudadas, siempre a través de las nunciaturas. “Nosotros enviamos a los beneficiarios la suma correspondiente, y recibimos posteriormente un informe pastoral”.
Monseñor Auza subrayó la importancia de una Iglesia en salida, misionera, que se plasma, entre otras cosas, con el anuncio que hizo el Santo Padre el pasado febrero de ampliar la formación de los futuros diplomáticos del Vaticano con un año en las misiones. “Esperamos que el Domund sea para cada uno de los católicos un día para pensar en los otros”.
Desde Chad, confinados por un virus peor que el COVID
El misionero comboniano Enrique Rosich cree que ha tenido mucha suerte por vivir “en la Iglesia más joven de África”; el misionero ha conocido la primera generación de cristianos de este país. Y aunque todavía no hace 100 años de la llegada del primer misionero, hoy es una iglesia en crecimiento. En la diócesis de Doba, este comboniano es hoy el único blanco; en esta iglesia local trabajan 27 curas de 14 nacionalidades, dando forma concreta a la catolicidad de la Iglesia.
Rosich, que afirma que “cuando Dios quiere entrar en la vida de alguien lo hace de muchas maneras”, llegó a Chad cuando el país sufría una guerra civil y pocos misioneros se atrevían a ir allí. Durante la guerra, el misionero tuvo que vivir confinado por un virus distinto al del COVID: “las armas”. En ese momento, cuando no podía salir a evangelizar y se preguntaba qué sentido tenía estar allí encerrado, los cristianos chadianos le dieron la respuesta. “Antes éramos hermanos en Cristo, ahora somos hermanos en el sufrimiento”.
El misionero afirma que una de las ventajas de esta joven Iglesia es que no hay una tradición para decir “esto siempre se ha hecho así”, sino plena creatividad para que el Evangelio crezca. Enrique confiesa que “ha descubierto mejor a Jesús gracias a ellos”; un catequista le dijo una vez que “Jesús no cambia su palabra”, aunque sea difícil, como cuando te dice que tienes que “amar a los enemigos” (y el enemigo lleva un arma para matarte), y por eso, muchos le abandonan.
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