La Facultad de Teología “San Vicente Ferrer” de Valencia recibió este miércoles una visita muy especial, debido a que es prácticamente imposible poder encontrarla en un acto público. Se trataba de sor Verónica Berzosa, fundadora de Iesu Communio, congregación que pese a su juventud reúne en su convento de La Aguilera a más de 200 jóvenes monjas, en un fenómeno que ha sorprendido incluso al Vaticano.
Precisamente en Valencia se instalará la primea fundación de Iesu Communio, una vez que las instalaciones se adapten para la llegada de las cincuenta religiosas previstas.
Sin embargo, la presencia de sor Verónica en Valencia se debía en esta ocasión a la conferencia que ofreció “Testigo de muchos síes” en el marco del ciclo de conferencias que lleva por lema “Jóvenes y vocación”.
La "crisis esponsal"
La religiosa burgalesa habló de su vocación de la que habló como “un amor abrazado en el corazón” y señaló a los presentes que “el enamoramiento no es algo que se decide, es un vuelco del corazón, sucede y acontece sin casi decidirlo nosotros”.
En su intervención, recogida por Vida Nueva, dio algunas claves sobre la consagración y dijo que “donde hay crisis de vida consagrada o sacerdotal hay crisis esponsal”, mientras que “donde hay Eucaristía, abrazo esponsal, no hay decaimiento”. Además, quiso recordar la importancia de la comunión y de la obediencia.
Recordando las palabras de Benedicto XVI habló de la ausencia de vocaciones hablando de la ausencia de “oración callada y silenciosa” frente al ruido del mundo actual, así como de la falta de “confesión y dirección, y con ello la renovación desde dentro”.
Alimentar la vida interior
Por ello, Berzosa quiso invitar a los seminaristas presentes a mantener y alimentar su vida interior frente a una vida agobiante por los éxitos pastorales y lo urgente. Recordaba la carta de un sacerdote, que le decía: “vivo queriendo sanar a otros y soy yo el que necesita sanación”.
“Nunca puede haber lugar para el desánimo o el desaliento, ¡jamás!, que podría incluso comprometer la maduración de la vocación”, dijo sor Verónica a los allí presentes.
Volviendo a su propia experiencia, la religiosa recuerda la impresión que le causó San Juan Pablo II en la misa que celebró en Valencia en 1982 porque “tenía un gran amor en el corazón” y la “fecundidad de un padre”. Así, en su adolescencia descubrió “el gozo incomparable de ser cristiana” y el don de la virginidad.
"Sed eucarística"
También reveló que con 27 años, ya como clarisa, vivió una “situación de rebeldía” y durante una formación descubrió que “su sed esponsal es sed eucarística” puesto que en la misa está toda la vida de Jesús.
Con esta experiencia descubrió el “impacto de tener fe” y el “misterio de ser cristiana” y quiso describir la Eucaristía como el “sacramento de la comunión nupcial entre Dios y el hombre”.
La religiosa subrayó la necesidad de la dirección espiritual y del acompañamiento para “custodiar el amor” y para “evitar caer en tentaciones que distorsionan la realidad y pueden difuminar el camino verdadero y llevarnos a un estancamiento espiritual, incluso al desánimo o a tomar decisiones precipitadas no deseadas”.