El sacerdote Benito Rodríguez Regueiro es uno de los muchos religiosos que se está dejando la vida para atender espiritualmente a la avalancha de enfermos de coronavirus que están desbordando los hospitales españoles.
Él es capellán del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo y ante esta pandemia ha decidido quedarse en el centro hospitalario las 24 horas y así evitar el riesgo de contagio a otros sacerdotes. En una entrevista con Atlántico afirma seguir trabajando todo el tiempo. “No he salido del hospital. Para que no se contaminaran todos los capellanes, decidí quedarme y cuando yo caiga, si es que caigo, otro me sustituirá, pero de momento estoy aquí”.
El padre Rodríguez afirma vivir esta situación de excepcionalidad “con bastante serenidad” ùes como asegura que no cree que esté infectado “lo llevo con una actitud de disponibilidad, de dedicar mi tiempo a la gente que me necesite”.
Analizar cómo se está viviendo la soledad
Su trabajo es complicado estos días y en buena parte lo que ve es que en el paciente “no es que esté enfermo, sino cómo vive el enfermo la enfermedad, porque tratar de calmar o aliviar es una lucha de toda la familia, pero también es una gran oportunidad para que el paciente analice cómo está viviendo esta soledad. Es un momento, incluso, para preparar la despedida de este mundo. Cada vez que uno cae enfermo grave tiene que agradecer mucho, perdonar mucho y confiar mucho”.
Al igual que relatan otros capellanes estos días uno de los aspectos más “dolorosos” es “no poder abrazar, no poder tocar, no poder llorar juntos”. Pero también advierte el padre Benito Rodríguez es que “lo que no puedes hacer es enterrarte vivo, tienes que vivir, buscar los medios para relajarse, sosegarse, y un gran medio es la oración, otro la amistad...
"Aún hay mucha soberbia"
“Lo peor de la enfermedad es que el corazón no cambie, seguir siendo el mismo egoísta o cínico, el mismo de siempre. No se puede morir sin hacer el testamento, material y espiritual”, agrega.
Lo que asusta a este religioso ante esta crisis generada por el coronavirus es que “aún hay mucha soberbia, mucha prepotencia en la fuerza humana y en la soledad humana. Una enfermera me decía el otro día que yo tendría mucho trabajo con tantos entierros. Le respondí: ojalá lo tuviera con más confesionarios. Quiero decir que hay que empezar a pedir perdón, a desear lo que estamos viviendo ahora, que es que los vecinos se hablen, a desear que no sea sólo una cosa del momento, y que cuando rezamos no rezamos a un desconocido, sino que tiene rostro y tiene experiencia. Hay mucha gente que está buscando en el yoga una salida, que es fenomenal como ejercicio físico y mental, pero esas experiencias no te ayudan a servir más. Es el Evangelio, que vive cuando das, no cuando recibes”.