Días despuñés de que Alfonso Coronel de Palma falleciera a los 54 años de forma repentina se siguen produciendo las reacciones en la prensa digital. Se pone así de manifiesto la relevancia que el que fuera presidente de la ACDP y también de Cope tuvo en el ámbito católico español durante las últimas décadas.
En este caso hay otros dos artículos, uno publicado por Eulogio López, director de Hispanidad, en su digital. El otro por el abogado Raúl Mayoral, en El Imparcial:
Por Eulogio López, en Hispanidad
Ha muerto Alfonso Coronel de Palma (en la imagen), a los 54 años de edad. Hijo de Luis Coronel de Palma, que fuera gobernador del Banco de España y vicepresidente del Banco Central con Alfonso Escámez.
Alfonso se distinguió en su vida profesional por dos etapas: presidente de Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y presidente de COPE.
Como presidente de la ACdP, Coronel de Palma rectificó el rumbo de una asociación a la que el progresismo del momento había convertido en una caricatura de la obra patrocinada por Ángel Ayala y Herrera Oria. Por de pronto fue el iniciador de los Congresos de Católicos y Vida Pública.
Mientras él estuvo al frente, sobre todo en la I y II edición, los congresos fueron un revulsivo para el laicado católico en la vida pública. En plata, le sacó los colores a algunos políticos oficialmente católicos. En cuanto él se fue, el Congreso Católicos y Vida Pública se ha convertido en un certamen anodino para lucimiento de quien ya se luce en otro tipo de Congreso.
Y a pesar de que el éxito de Coronel de Palma no fue tal, consiguió embridar un caballo desbocado. Y sin cobrar un euro.
Y en la COPE tres cuartas partes de lo mismo. Al menos, consiguió que la COPE enderezara el rumbo hacia algo parecido a una cadena de emisoras cristiana. No lo consiguió del todo… pero embridó el caballo.
Fue uno de esos laicos que dio a la Jerarquía más de lo que la Jerarquía le dio a él. Supongo que debe ser así pero no suele ser así.
Probablemente no fue el mejor gestor de empresas pero fue un hombre coherente. Y el martirio del actual siglo es la coherencia.
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Por Raúl Mayoral, en El Imparcial
Le llamábamos Coronel más que Alfonso. Quizás por aquella costumbre que nos contagió Abelardo Algora, de llamarnos por nuestros apellidos cuando, aún estudiantes del CEU, ya ejercíamos como aprendices de los Tácitos en el fragor de la política universitaria. Por entonces, Coronel era un líder entre nosotros. Años después, continuó siéndolo como presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, levadura del catolicismo social español, y a la que propulsó en albor de etapa fecunda. Siempre admiramos la esmerada compenetración de su forma de vida con el carisma de la obra de Ayala y Herrera. ¡Si hasta las iniciales de su nombre y primer apellido, solíamos comentar graciosamente, coincidían con las de la ACdP!
Aún recordamos hilarantes anécdotas a costa de ese apellido. En calidad de presidente del CEU, acudió a visitar cierta institución madrileña. Su siempre atenta y fiel secretaria, anunció telefónicamente a los anfitriones que el señor Coronel de Palma estaba de camino y llegaría en breve. El receptor del mensaje transmitió a sus superiores que un coronel de Palma de Mallorca estaba a punto de llegar. En otra ocasión, él y un amigo estaban invitados a almorzar en un club militar. Al llegar a la garita de control, el amigo, también militar, acreditó su condición y, suponiendo que el joven soldado que custodiaba la entrada estaría avisado de la identidad del otro visitante, dijo refiriéndose a su acompañante: El señor es Coronel. El guardián preguntó: ¿coronel de Tierra, de Marina o del Aire? Desternillándose de la risa, los dos invitados contestaron al unísono: No, hombre, no, Coronel de Palma.
Perfil de hombre bueno y afectivo con anchuroso y cordial espíritu fraternal; de amabilidad señorial, que en él era exquisita forma de caridad, dedicando su cortés atención a todos. Espejo de humildad, disfrutaba con la jugosidad de la conversación amistosa y el debate entre compañeros, sabiendo que el verdadero gozo le esperaba en la entrañable mesa camilla del retiro familiar. Inquieto y agudísimo observador de la vida, sus ideas eran un intenso rebullir, siempre en movilidad y juego; sus palabras eran conciencia y pensamiento a la vez. Maestro de la diplomacia, de crítica constructiva y con soluciones de perspectivas amplias. Nunca fue contra nadie, sino hacia algo, en actitud ascendente y de marcha. Ejerció como pastor, no como mastín para ganado. De espíritu apostólico y de oración, su meta fue de nobles aspiraciones: servir a la Iglesia como escuela de santidad y lograr una convivencia digna y estable entre españoles. Coronel siempre tuvo el valor de reconocer su camino y afirmarse diariamente en él. Dedicó su vida a trabajar en surcos católicos como la enseñanza, los medios de comunicación o la justicia.
Vislumbró lo necesario que es hoy la claridad de las ideas y la rapidez en las acciones. Para él no había acción sin pensamiento; éste debía ser reposado; aquélla, dinámica. El fruto no tardó en caer: los Congresos Católicos y Vida Pública, obra cultural y misionera para influir en la corriente de la historia alzando la cabeza sobre los oleajes de lo actual y para fomentar el conocimiento y progreso de la Doctrina Social de la Iglesia. Insistió en el deber de coherencia del católico: No basta con serlo, hay que pensar y actuar como tal. Perseveró en la misión herreriana de forjar hombres de bases sólidas para ganar el porvenir siendo los dirigentes del mañana.
Para edificar hay que amar y para amar hay que creer. Coronel amó y creyó. Y tuvo tiempo para edificar grandes obras. Su familia, a quien acompañamos en su condolencia, es la más grandiosa de todas. Despedimos al amigo con duelo y resignación ante el decreto divino que se lo ha llevado y con una oración por su alma. Continuará su fecundidad porque los católicos no se entierran, se siembran. Gracias Coronel y hasta siempre.