El arzobispo de Oviedo ha querido dedicar su carta pastoral de esta semana a un asunto que estos días ha causado un gran revuelo en todo el mundo: la caída de las principales redes sociales, lo que afectó durante horas a más de 3.500 millones de personas.
En La pandemia informática de una tarde monseñor Sanz Montes extrae unas valiosas lecciones sobre la fragilidad en la que se sustenta hoy en día la vida, y que enlaza igualmente con la pandemia sanitaria que el mundo todavía arrastra con el coronavirus.
“Sin previo aviso el mundo entero entraba en una pandemia de la comunicación precisamente secuestrando el canal con el que nos poníamos en contacto. Toda una lección de la vulnerabilidad en la que esas dependencias en las que hemos entrado, pueden de modo imprevisto dejarnos al pairo en la herramienta que nos dieron, a la que nos habituaron haciéndonos diestros usuarios, expertos para nuestras curiosidades, nuestras cuitas, nuestros mentideros y nuestros engaños. Pero que, de la noche a la mañana, nos encontramos perdidos y solitarios”, cuenta el prelado.
De este modo, asegura que ésta ha sido una “interesante vivencia”, es decir, no poder enviar mensajes de whatsapp, subir fotografías en Instagram o comentar algo en Facebook. “El mundo entero, ricos y pobres, jóvenes y adultos, de toda condición social, de todo extracto económico, de todo pedigrí social, de todo credo religioso, de toda querencia política, de toda afición y divertimento… el mundo entero se vio por unas horas parado y callado. Era un sunami cibernético como si una pandemia informática nos hubiera confinado a la soledad y al silencio más inesperados”.
En su opinión, “una pandemia vírica como la que hemos sufrido con el Covid, nos ha puesto delante la verdadera vulnerabilidad que señala nuestra pequeñez humana, especialmente cuando hemos intentado, y lo seguimos intentando, ser como dioses que logran desplazar al verdadero Dios, jugando a crear la vida según nuestros diseños, o a disponer de ella en todos sus tramos, desde la vida del no nacido hasta la vida que termina, cuando se dictan intereses políticos y económicos de partido, los cálculos demográficos egoístas e insolidarios, el empeño en deconstruir la antropología cristiana y nuestra humana tradición a través de los siglos con nuestras luces y sombras, nuestras gracias y pecados”.
Pero también –agrega Sanz Montes- “una pandemia informática, que nos pone en esa tesitura de incomunicación porque nos ha quitado de pronto la forma que nos impusieron para comunicarnos hasta el punto que sería la única que sabríamos utilizar. Toda una estrategia de control de la humanidad en un mundo cada vez más inhumano”.
Además, el arzobispo de Oviedo quiso remarcar que este suceso ocurrió en el día de San Francisco de Asís, “el santo de la fraternidad con todos los seres en los que reconoce la huella de Dios Creador; el santo de la paz hija del desarme de todo aquello que nos enfrenta y hace daño como hijos de Dios y hermanos de los hombres; el santo de la sencillez que no busca el poder en ninguna de sus formas; el santo que supo mirar las cosas, todas las cosas, descubriendo la belleza, la bondad y la verdad que Dios ha querido poner en ellas a pesar de todo. Es una providencial coincidencia que nos señala lo verdaderamente importante, cuando un santo, Francisco de Asís, nos recuerda qué es lo que vale la pena ante Dios y ante los demás”.