Sandra Segimón, Natacha Apolinario y José Manuel Segimón pasaron de enviar las primeras bandejas de sushi a los hogares de Madrid o Barcelona a liderar el mercado a domicilio de sushi y conformar Sushita, un grupo exclusivo que hoy cuenta con 400 empleados y cuenta con ocho restaurantes en Madrid.
La empresaria de éxito Sandra Segimón ha sido entrevistada recientemente por El Debate y cuenta cómo fundó este imperio gastronómico a finales de los 90, y cómo la fe ha sido fundamental desde los orígenes.
Trabajo y constancia
Sobre cómo le llegó el interés por la gastronomía, Segimón recuerda sus comienzos en el sector. "Yo estudiaba en Londres, vivía sola en un apartamentito y cocinaba fatal. Llamaba todo el tiempo a una empresa, Room Service, que tenía en el catálogo 20 restaurantes buenos. Y cuando llegué a Madrid hice algunas entrevistas de trabajo, pero no me cogieron para ninguna. Empecé con el runrún de por qué no montar con mi hermano José Manuel y otra socia una empresa para hacer delivery de restaurantes".
"Fuimos los primeros en hacer delivery de comida japonesa en España, vendíamos un montón. Un día, uno de los dueños de un restaurante nos puenteó e incluyó un cartel, en el que anunciaban que ellos empezaban a hacer sus propias entregas. Entonces ahí decidimos coger a un cocinero japonés y empezamos nosotros también a gestionar una cocina y fabricar nuestro propio sushi", añade.
Y, en Nueva York surgiría la idea brillante que desembocaría, más tarde, en Sushita. "José Manuel, Natacha y yo viajábamos mucho y entonces vimos que en Nueva York estaban todos estos delis, supermercados como de barrio, que tenían bandejas de sushi. Decidimos presentárselo al grupo VIPS. Empezamos con ellos y de ahí ya con todos los clientes de la gran distribución, o sea, El Corte Inglés, Carrefour, Alcampo y el resto de las cadenas. Y ahí es cuando constituimos Sushita, en el año 1999".
"En el 2015 uno de nuestros grandes clientes, por un desacuerdo de precios, cambia el director de compras de la cadena y decide que Sushita ya no sigue vendiendo. Nos tenemos que reinventar, porque si no teníamos que echar a casi un 25% de la plantilla. Y abrimos nuestro primer restaurante al público, que fue el de Alberto Aguilera. Y ahí es el comienzo, un poco de toda la cadena de restaurantes. Hasta ocho", comenta Segimón.
Un concepto que se convirtió en rompedor, ya que se alejaba de todo lo que significaba sushi bar. "Nosotros queríamos un sitio mucho más abierto, porque en ese momento, todavía era un poco para frikis la comida japonesa, no a todo el mundo le gustaba. Y entonces hicimos un restaurante que pareciera que te encontrabas en París o en Londres. Buscamos una carta un poquito más suave con noodles o tataki de solomillo. Algo de fusión. Y tuvo mucho éxito".
Sobre una posible expansión fuera de Madrid, Segimón comenta: "Vemos que hay un montón de gente de provincias, incluso de fuera de Madrid, de París, de Londres, de distintos sitios que viene a vernos aquí. Málaga es la ciudad que hemos elegido como primer restaurante fuera de Madrid".
Los valores de Sushita
Sushita, como empresa, cuenta con unos valores muy arraigados. "La innovación es uno de los valores más importantes. Siempre hemos sido los primeros en algo; en hacer delivery de comida japonesa o vender la bandejita de sushi. La familia es otro valor. Nosotros siempre decimos que si hay alguien dentro del equipo que tiene algún problema gordo, ahí estamos el resto para apoyarle. La meritocracia es otro valor importantísimo. Esta historia es posible, porque hay un montón de gente que se deja la piel y esos son los que tienen que crecer dentro de la organización. Y luego el respeto. Tenemos una cantidad de gente que procede de todas partes del mundo".
Y la fe es uno de los valores más importantes. "Hace seis años, yo hice el retiro de Emaús. Cuando salí, era una persona mucho más capaz de gestionar personas, tenía el foco puesto en las personas de la organización. Siempre me habían importado, pero ahora me importaban a otro nivel. La historia de Sushita es para que esas personas fueran más capaces de desarrollarse, para que tuvieran más apoyo. Antes de Emaús yo era un poco dura y demasiado exigente conmigo misma, porque al final toda esta historia exige mucho esfuerzo y trabajo. Y eso yo creo que fue el cambio. O sea que mejor que Harvard o el IESE. Y no digo que no a Harvard en algún momento, pero creo que Emaús es una gran escuela también de cómo hacer las cosas profesionalmente. En Emaús, te enseñan a no juzgar a las personas".
Segimón revela, también, su vida de fe. "Intento salir a las 09:30 de casa. Me enchufo a Radio María en el coche y voy escuchando el Rosario y llego con mucha más paz a la oficina. Yo medito rezando el rosario. No sé meditar de otra manera. Y me da mucha templanza. Llego a la oficina preparada para afrontar el día".
"No nos tenemos que aguantar ni avergonzarnos los que tenemos claro que con Dios se es feliz y sin Dios no se es feliz. Yo me he dado cuenta ahora, en Lourdes en la peregrinación, cómo esos enfermos que no pueden hablar bien, que no pueden andar, que tienen unas minusvalías brutales, cómo son capaces de ser inmensamente felices, cuando tienen a Dios en su vida. Lo que pasa es que no está de moda hablar de todo esto. Vamos a ver si lo conseguimos poner de moda, porque tenemos que contagiar a las nuevas generaciones. En el entorno de mis hijos me admira muchísimo cómo están de comprometidos con muchas causas. Mi hijo Pablo se fue a Costa Rica a cuidar niños, con el Padre Pablo Escrivá de Romaní", concluye.