Mientras Cataluña se debate en la incertidumbre política y los catalanes de a pie se sienten empujados por los acontecimientos y emociones (o reaccionan a la presión del otro bando), diez personalidades católicas catalanas, algunas ligadas al mundo académico y cultural, y otras a los ámbitos políticos, han publicado un texto conjunto en La Vanguardia (accesible aquí en castellano) pidiendo "administrar racionalmente las emociones tóxicas que fluyen en el cuerpo social", "canalizarlas de manera no destructiva". "Eso nos exige a todos. A unos y a otros. A los de aquí y a los de allí", detallan. 

Los firmantes declaran que "compartimos la misma fe católica y una idéntica voluntad de contribuir a pacificar nuestro entorno".  

Se trata de Albert Batlle (socialista, director general de la Policía hasta julio, dejó el cargo al radicalizarse el "procés"), Míriam Díez (Universidad Blanquerna), Josep Maria Carbonell (de ambientes socialistas), Eugeni Gay (ex-vciepresidente del Tribunal Constitucional), David Jou (físico, divulgador científico, poeta), Margarita Mauri (profesora de ética en la Universidad de Barcelona), Josep Miró i Ardèvol (ex-conseller y político, presidente de E-Cristians), Jordi López Camps (socialista), Montserrat Serrallonga y el filósofo y profesor Francesc Torralba


 Josep Miró, de E-Cristians; David Jou, físico y divulgador; y Eugeni Gay, magistrado del Tribunal Constitucional


"Los que firmamos este artículo participamos de ideas políticas diferentes, pero compartimos la misma fe católica y una idéntica voluntad de contribuir a pacificar nuestro entorno y de proyectar esperanza en nuestro pueblo", afirman los autores al inicio de su texto. 

"En estos contextos tan convulsos, nos parece básico subrayar aquello que nos une. Enfatizar lo que nos separa es como poner el dedo en la llaga. No queremos que esta cuestión, por trascendente que sea, ponga en riesgo valores como la amistad y la convivencia social", declaran.

En su texto conjunto, recuerdan que "más allá de las ideologías y de las opciones políticas que se defiendan, toda persona tiene que ser respetada, tanto en su integridad  física como moral. Sin reconocer esta sublime dignidad, no hay posible vida social ni civilización". 

"Nadie sabe cómo terminará el proceso que vive nuestro pueblo. La esperanza es la virtud necesaria cuando el horizonte que se dibuja es arduo. Nadie sabe qué duración tendrá lo que estamos viviendo", advierten. 


El texto anima a "curar las heridas que nos hayamos causado mutuamente, rehacer puentes y, sobre todo, administrar racionalmente las emociones tóxicas que fluyen en el cuerpo social. En esta situación histórica que vivimos, tenemos que ser muy sensibles a las emociones que hierven en el cuerpo social y saber canalizarlas de manera no destructiva. Eso nos exige a todos. A unos y a otros. A los de aquí y a los de allí". 

"Siempre, y todavía más en la situación actual, tenemos que cuidar del uso de la palabra, tenemos que ser capaces de evitar el lenguaje simplista y maniqueo, tenemos que vencer la tentación de sucumbir a la lógica de vencedores y derrotados y, sobre todo, respetarnos mutuamente". 

El texto recuerda que "el diálogo no es un ejercicio frívolo". "Hay que aprender a escuchar las razones del otro, a expresarse con claridad y humildad y practicar la mansedumbre que no se puede identificar con la pusilanimidad". 


Los autores recuerdan que "tenemos la capacidad de comprendernos mutuamente y de forjar soluciones, aunque sean provisionales, a nuestros problemas. Y también hay que asumir con realismo el marco en el que se tiene que desarrollar"

El texto también anima a proteger y cuidar la paz, algo que sólo se valora cuando se pierde. "La paz es obra de la justicia, como dice Pablo VI, pero también está ligada a la reconciliación y al perdón, como dice Juan Pablo II. Eso nos exige vencer todo tipo de resentimientos e instar a nuestros dignos representantes políticos a buscar el bien común. La paz no se impone con violencia, sino con un corazón que ama y busca el diálogo con el otro". 

"En definitiva, somos católicos y, por lo tanto, gente de esperanza y a pesar de las incertidumbres y rasgaduras tenemos presentes a los jóvenes y queremos contribuir a un futuro pacificado. Ahora es necesario que dejemos atrás episodios de violencia injustificada y entrar en el difícil arte de hablar. Porque en Cataluña siempre hemos defendido que hablando la gente se entiende. Es un legado que queremos dejar claro a los que vienen detrás de nosotros", afirma el texto.