El pasado lunes, un espontáneo padrenuestro por las víctimas de los atentados en Cataluña sustituyó en la plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) al previsto minuto de silencio.
La escena, acorde a la costumbre y a la fe que siguen confesando la inmensa mayoría de los españoles, se ha convertido en un símbolo frente a la serie de asépticas conmemoraciones de los muertos con un minuto de silencio, y ha merecido numerosos comentarios.
Entre ellos, el de Salvador Sostres en ABC este jueves: "Todos nuestros minutos de silencio tendrían que acompañarse de una voz que lo rezara y no esos absurdos hilos musicales de dentista menor que no dicen nada de nosotros salvo que somos unos cursis", afirma, y que "hay que tirar la corrección política a la basura donde pertenece y empezar a hacer lo que es correcto".
"Cuando lo hemos probado sin Dios nos ha ido francamente mal", continúa: "No somos laicos... no somos huérfanos. Somos hijos de Dios... Somos cristianos y es la última razón de todo lo que somos y hacemos y por eso nos acuchillan y nos atropellan". Así que "el Padrenuestro es la oración que nos incluye a todos y los que creen que no creen tienen que aprender a buscar en su interior hasta encontrar la luz de la que todos somos portadores".
A continuación ofrecemos el artículo íntegro (las negritas son de ReL):
El lunes en la corrida de Sanlúcar, en el minuto de silencio por las víctimas de Barcelona, una voz espontánea del tendido se alzó para decir un Padrenuestro y el público lo rezó con él. Exultante humanidad unánime. El Padrenuestro es el resumen de La Civilización y todos nuestros minutos de silencio tendrían que acompañarse de una voz que lo rezara y no esos absurdos hilos musicales de dentista menor que no dicen nada de nosotros salvo que somos unos cursis.
Hay que tirar la corrección política a la basura donde pertenece y empezar a hacer lo que es correcto. Sin aspavientos pero también sin afectación. Cuando lo hemos probado sin Dios nos ha ido francamente mal y sólo dealers y tatuados podrían pensar que haya sido una avance sustituir los crucifijos de las aulas por máquinas de preservativos. La Educación por la Ciudadanía constituye el más ridículo intento de todos los tiempos de sustituir a Dios, incluso más patético –y eso es decir realmente mucho– que los Derechos Humanos tratando de suplantar a los Diez Mandamientos. Y cuántos pírcings nos habríamos ahorrado con menos DJ y más suites de Bach. Sin Dios hemos perdido el tiempo, nos hemos convertido en carnaza y no entendemos por qué nos matan.
En cada minuto de silencio una voz entre el tendido tendría que decir un Padrenuestro y el laicismo es una horterada. No somos laicos. ¿Cómo vamos a ser laicos?. El laicismo es tan cursi como el hilo musical de los homenajes. Tampoco somos huérfanos. Somos hijos de Dios y aunque a veces nos cansemos de pedir perdón, Él nunca se cansa de perdonarnos. Somos cristianos y es la última razón de todo lo que somos y hacemos y por eso nos acuchillan y nos atropellan: porque Dios es amor y libertad –que es exactamente lo mismo– y porque vivimos para borrar las huellas del pecado original.
El Padrenuestro es la oración que nos incluye a todos y los que creen que no creen tienen que aprender a buscar en su interior hasta encontrar la luz de la que todos somos portadores. Pero que a algunos les lleve su trabajo –un nada despreciable trabajo, como el que llevó a los esclavos a ser libres– no significa que los demás tengamos que continuar viviendo a oscuras mientras les esperamos, como todo este tiempo en que hemos sido el blanco perfecto de los que en cambio siempre tuvieron clarísimo por qué nos matan. Les hemos recibido de rodillas y con el cuello arremangado.
La rabia contra el Padrenuestro está en las bombonas de butano que estallaron en la casa de Alcanar, en las furgonetas de las Ramblas y los cuchillos que los yihadistas compraron horas antes del atentado. Nuestra rabia contra Dios es su arma más letal y con lo que últimamente hemos hecho de nuestras vidas bien podría decirse que estos asesinos, más que matarnos, nos rematan. Estamos despreciando los dones, los talentos, nuestra parte de luz y de esperanza viviendo de espaldas a nuestra transcendencia como si fuéramos ocas. O ya directamente el foie. Podemos hacerlo mejor, mucho mejor. Podemos dejar de decir estupideces, o como mínimo de votarlas, explorar con más cuidado nuestro amor, entender lo que protegemos y por qué quieren hacernos daño. Reconciliarnos con la Cruz. Reconciliarnos: ni siquiera digo llevarla. Decir un Padrenuestro y no sólo en los homenajes sino como un aseo, para pedir perdón y perdonarnos. ¿De qué otra manera podríamos enfrentarnos a las más profundas entrañas del mal?
No somos laicos, ni agnósticos, ni pacientes de dentista barato. En cada uno de nosotros hay depositada una Gracia y algún día nos van a preguntar cómo la hemos tratado.