El sacerdote Demetrio Jiménez Gómez lleva como misionero en Venezuela más de 20 años y ahora que está de vacaciones en su Soria natal cuenta la dura realidad que vive el país, con la crisis política y los episodios de violencia y hambre.

Este dehoniano relata durante una entrevista para la Diócesis de Soria que “da la impresión  de que Venezuela fuera una provincia más de aquí porque todos los días aparecen noticias de aquella bendita tierra americana”. “Yo estoy muy preocupado, no se sabe qué es lo que va a pasar; sinceramente no veo una luz al final de este túnel”, afirma triste.

El padre Jiménez Gómez conoció Venezuela “durante los seis años que pasé al servicio de la autoridad de mi Congregación en España; como Venezuela pertenecía a la Provincia española me tocó visitar muchas veces a mis hermanos religiosos allí”.


Fruto de estas visitas “comprendí que necesitaban apoyo y me decidí a pedir que me destinaran a aquel país; desde entonces han pasado 21 años”. “Desde que llegué a Venezuela he estado trabajando siempre en parroquias”, afirma con alegría, “intentando mostrar a Cristo en todos los lugares donde he estado y apoyándome mucho en el papel fundamental de un laicado bien formado”.

“Pensando en la realidad soriana puse en marcha un proyecto para atender a los ancianos, un hogar del abuelo que hemos inaugurado hace poco más de un mes. Yo pensaba en mis padres, ya mayores; veía las posibilidades que ellos tenían en España y dije: ¿Y por qué no algo así aquí? ¡Lo que me costó! Siete años pero lo hemos conseguido. Eso sí, no he pedido dinero a España ni a la Congregación; era un proyecto para los venezolanos y tenía que salir de Venezuela”.

Con orgullo cuenta cómo es el hogar: “Los abuelos tienen periódicos, se les da un desayuno y una merienda cada día, tenemos médicos y enfermeras para que los atiendan, etc. Y todo totalmente gratis”. También, en otros lugares del país por donde ha pasado en estos 21 años, “pusimos en marcha comedores para niños pobres” y, sobre todo, “tratamos de formar comunidades cristianas pequeñas pero vivas”.


“En la zona de la ciudad de Carabobo donde yo estoy actualmente, en una parroquia de 60.000 habitantes, la situación es muy complicada; se trata de gente sumamente pobre en todos los órdenes: culturalmente, económicamente, etc.; realmente hay escasez de alimentos y medicinas… la gente está sufriendo mucho”.

Tras criticar duramente al Gobierno venezolano por la falta de libertad de expresión (“tienen casi todos los medios de comunicación en sus manos y así manipulan a la sociedad, especialmente a los más pobres”), el misionero soriano apoya rotundamente los recientes pronunciamientos de la Conferencia Episcopal Venezolana, “muy preocupada por la deriva del país”. “Los políticos chavistas acusan a los Obispos venezolanos de meterse en política pero ¿qué hace si no la Iglesia Católica ante esta situación? Tiene que salir en defensa de los ciudadanos, de la gente sencilla y necesitada”, afirma categóricamente. “Es verdad que ha habido violencia también contra la Iglesia aunque últimamente menos… se ve que las autoridades gubernamentales se dan cuenta que no les conviene aunque sigan estando en contra de los Obispos venezolanos”, concluye.
 
“El pueblo sencillo, aunque no sea de ninguna religión, tiene un amor sincero por la Iglesia Católica; a los sacerdotes nos ven con buenos ojos aunque la situación religiosa, al menos en mi zona, no sea fácil pues hay mucha frialdad e indiferentismo en muchos venezolanos”.