Este miércoles 26 de julio se celebra la festividad de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María y abuelos de Jesús. Es un día especial para las personas mayores y especialmente para los miles de abuelos, que en la sociedad frenética y aún con las consecuencias de la crisis todavía visibles se han convertido en un pilar insustituible de la sociedad.

Por ello, el arzobispo de Madrid, el cardenal Carlos Osoro, ha escrito una carta a los abuelos en la que asegura que “vuestra responsabilidad con respecto a los nietos es otra y muy distinta a la de ser padres, pero no por ello menos importante y trascendente para la educación y el desarrollo de las nuevas generaciones”.

Citando al Papa Francisco, el arzobispo les recuerda que “los abuelos sois ‘la sabiduría de la historia’, ‘la memoria de un pueblo’ y, junto con los niños, ‘la esperanza de cada pueblo’”.

"Necesitan escucharos"
“Vuestros nietos necesitan escucharos y aprender de vosotros, pues vosotros les conectáis con la vida, con la historia y con la realidad, que nos antecede y que da razón de lo que somos cada uno de nosotros. Y vosotros, por vuestra parte, necesitáis de vuestros nietos, que, casi sin daros cuenta, os conectan con el presente y os abren y os proyectan al futuro, al tiempo que fundan vuestra esperanza de que otro mundo, nuevo y diferente, es posible; y lo será si de verdad se aprende de la historia vivida y contada por nuestros mayores, y si nadie se enroca en su tiempo como si ya no pudiera existir nada más”, escribe Osoro.



Además, el cardenal resalta la importancia de los abuelos en la transmisión de la fe.  Y explica que “Nuestro Señor Jesucristo aprendió, humanamente hablando, a conocer al Padre desde el testimonio y gracias a la vida de piedad de sus padres terrenos, María y José. Pero podemos imaginar, sin temor a equivocarnos lo más mínimo, que en el hogar de Nazaret también estaban muy presentes Joaquín y Ana, los abuelos del Niño”.

"Palabras oportunas y a su tiempo"
Por ello, les recuerda que “vuestra tarea de abuelos no es, en ningún caso, suplantar a los padres, pero sí que ha de ser complementaria y en algunos casos podríamos decir que hasta supletoria”.

“No es cuestión de hablar mucho y de estar en todas partes, sino de decir las palabras oportunas y a su tiempo, y de haceros presentes allí donde y cuando seáis necesarios, discreta y eficazmente. La siembra evangélica, hecha con ese espíritu, Dios la bendice siempre y la hace fructificar abundantemente; ¡no lo dudéis!”, concluye.