Desde 2013, Jesús Fernández es obispo auxiliar de Santiago de Compostela pero ya como leonés y sacerdote de esta diócesis tenía un contacto muy directo con el Camino de Santiago, el cual intenta seguir manteniendo su esencia cristiana.

Ya siendo obispo concluyó el Camino de Santiago como un peregrino más. Lo hizo en bicicleta y su peregrinaje fue muy largo. Pero esta experiencia le hace tener un conocimiento directo sobre lo qué es el Camino de Santiago y las oportunidades que ofrece a la Iglesia para llevar a Dios.


En una entrevista en Vida Nueva, monseñor Fernández relata que “he recorrido el Camino Francés desde Saint Jean a pied de Port y lo he hecho en tres fases. La primera fue ya hace veintiún años; en cinco etapas pedalee hasta León, mi tierra de origen. La segunda fue hace dos años y recorrí el trayecto de León a Astorga, teniendo que interrumpirla de forma inesperada. Finalmente, el año pasado, en cuatro etapas, recorrí la distancia que va de desde Astorga hasta aquí”.

Pese a haberlo realizado en bicicleta, el prelado asegura que quizás la mejor forma de peregrinar hasta Santiago sea a pie puesto que con la bici se “dan menos oportunidades para el encuentro y la meditación”.

Sobre si se corre el peligro de que se pierda el sentido religioso, el auxiliar de Santiago asegura que “el Camino pone en situación de abrirse, de entrar en comunión con la misma trascendencia, de modo que, incluso un buen número de los que lo hacen por otros motivos, terminan por convertirse en peregrinos: se acercan a abrazar al Apóstol Santiago y hasta alguno termina confesándose y participando en la Eucaristía”.




De este modo, Jesús Fernández considera que “el riesgo de que el Camino se vacíe de su sentido religioso no lo veo, a pesar del interés de algunos por velar esta dimensión, la más capaz de asumir, articular y dar un sentido a todas las demás. Afortunadamente, está creciendo en las Iglesias particulares y en las propias congregaciones religiosas la conciencia de que la ruta jacobea ofrece magníficas posibilidades para la evangelización”.

Desde su propia experiencia, afirma que sobre todo la Iglesia tiene que “hacerse presente en el Camino”. Por un lado, “en los albergues y centros de acogida cristiana” y por otro en los templos, “que deben estar el mayor tiempo posible abiertos para acoger y facilitar la oración y la celebración de la fe de los peregrinos”.


Sobre cómo se puede producir un encuentro con Dios en el Camino, el prelado asegura que “se sirve de los medios más inesperados para ello”. Y pone el ejemplo de una “peregrina absolutamente ajena a la fe, oyendo un canto religioso en la catedral de Burgos y preguntándose por Aquel al que se dirigían los rezos, al llegar a Santiago, en contacto con personas creyentes, ha comenzado un proceso de conocimiento de Jesucristo y conversión a la fe cristiana”.

El Camino puede ser una gran pastoral para los alejados. Algunas de estas personas “se han alejado de la Iglesia y de la fe. Muchas, sin embargo, conservan un pequeño rescoldo, una cierta añoranza en el fondo de su alma. Otras han caído en la indiferencia y se sienten cómodamente instaladas en ella”.