Hace casi 40 años, a Antonio Arroyo le nombraron párroco de 56 pueblos. Han pasado los años, 24 de ellos se han despoblado, pero aún tiene que atender a 32 de esos pueblos que mantienen algún habitante, en la misma zona, San Pedro Manrique, al norte de la provincia de Soria.

Antonio Arroyo es cura en uno de los lugares más despoblados de España: su zona tiene un habitante por kilómetro cuadrado. Hay que recorrer los kilómetros y llegar a los habtiantes. Ser cura rural es pasar mucho tiempo la volante. 

De niño, en El Burgo de Osma, un par de sacerdotes le gustaron por su ejemplo y despertó así su vocación de ser cura. Estudió en el seminario menor.

Después le encargaron la comarca de Tierras Altas. En su  puerto de Oncala, a 1.450 metros de altura, unos molinos de viento dan un toque moderno: el único en una zona que parece congelada en el tiempo. 

En el Heraldo de Soria explicaba hace un par de años algunas características de su trabajo y ambiente. 

"Creo que la unidad pastoral de San Pedro Manrique es la más amplia al contar con 56 pueblos", explicó este cura , quien se apresuró a explicar que "buena parte de ellos apenas cuentan con vecinos en invierno". "De éstos hay 11 en los que de normal no vive nadie, otros 15 que están medio deshabitados, en los que hay vecinos de manera puntual y poquita gente", comentó. Es en estos lugares en los que durante los meses de primavera, otoño e invierno "apenas hay labor pastoral". "Hay más jaleo en verano, cuando llega gente de fuera y son las fiestas patronales", comentó.



Por el contrario, "otros ocho sí que tienen un poco más de vida y 22 que aunque cuenten con pocos vecinos tienen algo más de movimiento de manera habitual".


La eucaristía se celebra cada domingo en San Pedro Manrique pero cada 15 días Arroyo visita "alguna zona". "Por ejemplo un día voy a un conjunto de pueblecitos pequeños y visito a los vecinos en los que hay pocos", comentó. "Me conozco todas las cocinas porque pasamos la tarde juntos, vemos qué tal están, charlamos de lo humano y lo divino, rezamos y nos tomamos unos choricillos para merendar", afirmó.

"Muchas veces también estamos en contacto con las familias, que nos agradecen, por ejemplo, que vayamos a ver a sus padres porque ellos viven fuera y no pueden ir a visitarles tanto como les gustaría", comentó. "Cuando les visito lo hago sin prisas", añadió.

Para Arroyo, "la gente sencilla, de los pueblos, tiene su encanto y su riqueza y cuando estás en contacto con ellos ves realidades distintas".

Las localidades van recobrando vida "a partir de Semana Santa", cuando llegan las primeras personas para disfrutar de unos días de asueto, y el ajetreo va en aumento de cara al verano. "En Villarijo, por ejemplo, no suele vivir nadie y en verano llegan a ser unas 80 personas", explicó.

Un equipo de RTVE ha pasado unos días con el padre Antonio y ha filmado su vida cotidiana, sus desvelos por llegar a las 700 almas dispersas por 30 pueblos que tiene bajo su pastoreo: horas de coche, romerías, entierros, visitas... el párroco rural cuenta sus reflexiones en este programa. Lo cuenta "Pueblo de Dios" en este programa emitido en junio de 2017.
 

De vocación, cura rural