Podemos quiere eliminar los capellanes castrenses, una figura presente en todas Fuerzas Armadas de los países occidentales. Así lo acredita el sacerdote Javier Orpinell, durante años capellán de campo y participante en varias misiones internacionales. Ahora es vicario episcopal de la Armada. 

Sin embargo, aún recuerda su participación en la misión Libertad Duradera y la tensión que se vivía en el buque en el que estaba destinado en el Índico. Allí, su papel era "acompañar, dar tranquilidad, dar paz y dar asistencia religiosa a todo el que lo necesitase". En una entrevista en Alfa y Omega cuenta su experiencia y explica por qué es importante que siga habiendo capellanes en las Fuerzas Armadas Españolas: 


- Como cualquier sacerdote castrense de cualquiera de los Ejércitos. En primer lugar, anunciar el Evangelio a la gente de las Fuerzas Armadas. Y luego también esta la parte de detectar los problemas, las necesidades que pueden tener cada uno de ellos y ser un buen compañero. Acompañarles desde la cercanía. Pero siempre aprovechando esa circunstancia para anunciar lo que llevamos dentro, que es a Cristo.


- De ordinario se miran aquellas misiones que tienen prioridad. No son misiones de adiestramiento, sino que son misiones de operación real. Luego, aquellos buques que demandan capellán, y que tienen un cierto número de dotación, solicitan la demanda del sacerdote y, si hay personal suficiente, se les asigna un capellán.

Ahora mismo hay un capellán en el Índico, dentro de un buque que participa en la Operación Atalanta en la lucha contra la piratería. Otro está en la Fragata Canarias en el Mediterráneo, que forma parte de la operación Sofía que lucha contra el tráfico ilegal de inmigrantes y rescata a personas del mar. Y tenemos un tercer capellán en el buque escuela Juan Sebastián de Elcano, que es crucero de instrucción de los futuros oficiales de la Armada.


- Participé en la operación Libertad Duradera. En ese momento, justamente cuando estábamos navegando por el Índico, coincidió el segundo conflicto del Golfo. Se vivió un momento delicado. La dotación de un buque entraba en un riesgo grande y es cuando uno está más sensible a todos los temas, también al tema religioso, y la presencia del capellán es fundamental. Pude acompañar, dar tranquilidad, dar paz y asistencia religiosa a todo el que lo demandase.


Javier Orpinell, en la confirmación de tres marineros de la Armada Española


- El momento más delicado es siempre cuando hay una muerte y más si la muerte se produce a bordo. Estábamos en un ejercicio de varios buques españoles. Yo iba embarcado en un portaviones y me despertaron por la mañana que por favor se requería al capellán en otro buque. Era una fragata. Me acerqué porque esa noche había fallecido un marinero. Tuve que estar ahí con la gente. Pasé dos o tres días en ese buque porque es un momento muy delicado, en el que la gente necesita hablar, necesita sentirse acompañada. Se celebró una Misa, se repatrió el cadáver. Son momentos muy delicados. No es lo frecuente, pero no es absolutamente extraordinario. Entra dentro de lo normal.


- Yo le diría, lo primero de todo, callar y escuchar. Dejar hablar. Muchas veces lo que necesitamos los hombres es poder exteriorizar aquello que llevamos dentro. Yo recuerdo, aunque no es este caso, estando en una de esas misiones, fuimos a Yibuti, donde, a través de Cáritas castrense, estamos apoyando a un orfanato atendido por unas religiosas. Fuimos con un grupo de marineros y oficiales a llevar esa ayuda. Y cuando llegamos al barco la gente estaba tocada, porque vieron el drama de esos niños. Al llegar al barco pude atender a un cabo primero que lo único que necesitaba era llorar. Quizá no lo puede hacer con otro compañero o con ningún mando pero con el capellán puede desahogarse. Lo primero eso, dejar que la gente exteriorice lo que lleva dentro.

Y luego, dar una palabra de esperanza. Y ¿qué puedo decir? Jesús es el camino, la verdad y la vida. Y cuando nosotros sabemos ver nuestra historia desde la luz de la cruz, con la esperanza de la Resurrección, todo cambia.


- El correo de un marinero. Yo había desembarcado ya de ese barco. Le había tratado muy poco y empecé a leer y decía: «Páter me acuerdo mucho de usted». Y yo pensaba: «serán mis predicaciones, mis celebraciones..». «Usted siempre pasaba por el barco sonriendo y eso nos animaba a todos nosotros». Y eso plasma lo que tiene que ser un capellán en la armada: un hombre de paz, un hombre que sabe estar próximo a la gente y un hombre que gracias a ese saber estar puede ser puente de los hombres hacia Dios.


- Recuerdo en un conflicto que hubo durante el pontificado de Juan Pablo II. Concretamente, la segunda guerra del Golfo. La Santa Sede escribió una carta a los capellanes que nos encontrábamos en esa zona, algunos en guerra y otros participando en distintas misiones por la zona. Y en la carta se nos hablaba de dos cosas: Primero, que el capellán siempre tiene que trasmitir ese sentimiento de paz a toda la gente. Y en segundo lugar, que el capellán tenía que ser el elemento espiritual para los hombres de la milicia. Ese es el sentido.

Y no tenemos que olvidarnos que la primera persona que confiesa que realmente Jesús era el hijo de Dios fue el centurión que estaba al pie de la cruz. Es un militar el que hace la primera confesión de fe. Realmente en la milicia, el capellán está para anunciar al príncipe de la paz a aquellos que son los centinelas de la paz.


- En todos los países de nuestro entorno democrático existe el servicio religioso atendiendo a la realidad religiosa de cada país, ya sea Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Portugal, Irlanda, Austria, Polonia, EE.UU.,
muchos países de Hispanoamérica… Es un derecho fundamental que tenemos todos los hombres. Y el militar también tiene el derecho a ser asistido en su religión. Todos los países lo viven con normalidad y naturalidad.

Es frecuente que en una agrupación en la que participan diferentes países con sus buques, cuando llegamos a puerto, los capellanes nos encontremos para irnos a comer juntos. Se habla, nos ayudamos con los problemas que nos podemos encontrar y nos apoyamos en el servicio religioso que estamos dando cada uno en nuestro buque.


- Totalmente. Y podemos ir a comer un pastor protestante, un rabino judío. Quién sea necesario.


- La Virgen del Carmen es algo muy especial para todos los hombres de la armada, creyentes e incluso no creyentes. Es la puerta que nos abre a su hijo. Tú le dices a un marinero, a un suboficial, o a un oficial de la Armada: «Dame tu gorra». Le das la vuelta a la gorra y ahí está la estampa con la imagen de la Virgen del Carmen. Y el marino sabe que siempre puede mirar a alguien que le da protección y un consuelo. A ese hombre, que estará ausente de los suyos durante mucho tiempo, encontrará siempre en esa mirada materna, una gran protección.