El arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares, ha dedicado su artículo semanal en el diario La Razón a la carroza grosera del carnaval de Las Palmas en la que un dragqueen se disfrazaba de la Virgen y de Jesucristo en la cruz en un espectáculo de mal gusto.
Cañizares pide a Dios que perdone a los blasfemos y alaba la carta pública de protesta y de lamento del obispo de Canarias, Francisco Cases. Pero también denuncia que estas actividades groseras y ofensivas contra los símbolos y sentimientos cristianos se multiplican por España con impunidad.
Valencia, Navarra, Canarias... impunidad
Así, el cardenal habla de Valencia (donde un lobby antisistema representó a la Virgen de Montserrat y la de los Desamparados en un beso lésbico, hecho que sacó a decenas de miles de valencianos a las calles) y de Navarra, donde se exhibieron unas hostias supuestamente consagradas y robadas de una iglesia, en una exposición, dibujando la palabra "pederastia", algo que el juez permitió calificándolas de "pequeñas formas blancas".
"Hoy ha sido Canarias, en otro momento ha sido Navarra, el año pasado fue Valencia; hechos semejantes están ocurriendo con total impunidad. ¿Qué nos está pasando?", pregunta el cardenal.
El arzobispo de Valencia denuncia que "han herido duramente, han atacado, sin duda, lo sentimientos de los ciudadanos cristianos, sentimientos religiosos y de conciencia –los míos y los de muchísimos otros más–. Merecedores de todo respeto, inviolable respeto, porque nos asiste tal respeto un derecho primordial entrañado en la dignidad de la persona: nos han ofendido gravemente sin razón alguna".
Ofensas a Cristo y a la Virgen
Cañizares habla también de cómo estas groserías ofenden también a Cristo.
"Hay que considerar que con estos hechos han ofendido, herido y atacado objetivamente la Realidad que es centro de todo, la realidad, la persona real de Jesucristo Crucificado, y la de su Santísima Madre, la Virgen María, que junto a la Cruz nos fue dada por madre de todos los hombres –también de los que han cometido tan execrables hechos–. Esto es lo que a mí me duele y debería doler a todos".
"Sociedad enferma", con un "laicismo destructor"
A la pregunta de "qué nos pasa" da una respuesta: la sociedad sin Dios se pone enferma. No hay una sana laicidad en España, sino un laicismo destructor y ofensivo.
"Sin duda nuestra sociedad está enferma y hay que detectar cuáles son los orígenes o las causas de esta enfermedad", advierte el cardenal. "Desde esta misma página he advertido en no pocas ocasiones que padecemos una quiebra de moralidad, expresión de una honda quiebra de humanidad, en cuyo origen está el olvido de Dios, la ausencia de Dios, vivir como si Dios no existiera".
"Esto origina un laicismo destructor, que tiene como aliados el relativismo generalizado y radical y el nihilismo, y alimenta ideologías destructivas de gran calado. Y esto origina, también, una sensación –se vive de sensaciones y sentimientos superficiales– de libertad, y crea una mentalidad para la que la libertad es todo y omnímoda, para la que todo es posible y todo vale".
Hay que pedir respeto
El cardenal espera que los cristianos exijan respeto. "Pedimos y exigimos todo el respeto debido a las Realidades sacratísimas a las que asiente y se confía la fe de los cristianos, el mismo respeto que debemos a convicciones religiosas y humanas diversas, y rechazamos sin paliativos estos hechos tan reprobables y deleznables, actúe o no actúe la ley como debe, estén por medio los intereses –económicos, ideológicos o turísticos– que sean, o las visiones o formas de pensar que se quiera", escribe.
Y finaliza así su texto: "Pido a Dios que nos conceda el vigor de la fe vivida y la libertad y la valentía para ofrecerla a todos y defenderla, exigiendo y reclamando de todos su respeto y protección también de los poderes públicos, porque ahí está la salvación y el futuro de la humanidad".
(Se puede leer el artículo íntegro aquí)