En una entrevista en ABC, el prelado analiza la situación política española y también los retos a los que se enfrenta la Iglesia Católica:
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-Lo que deseamos todos es que sea un Gobierno que pueda gobernar. Particularmente, también espero que las personas que se han sentido más marginadas puedan encontrar enseguida un respiro y un motivo de esperanza. Para ello es necesario que se pueda distinguir bien lo que es fundamental de lo que es secundario. Todos debemos colaborar porque todos estamos implicados en el futuro, aportando cada uno sus perspectivas legítimas. No hay realmente unidad si el pluralismo es disgregador. Debe ser enriquecedor.
-Quiero pensar que sí. A mí me parece que hay signos de que efectivamente va a ser así. El diálogo para llegar a acuerdos no significa simplemente conversar. Supone que cada uno hable desde sus convicciones y también sepa escuchar y se busque la convergencia. El diálogo es fundamental para que las personas podamos entendernos.
-Que necesitamos una regeneración moral, porque ha habido focos de corrupción potentes con muchas personas implicadas. Esta situación genera una especie de decadencia del servicio público y provoca una actitud de desconfianza entre los ciudadanos. Los ciudadanos necesitamos volver a sentirnos bien representados por los poderes públicos. Esa regeneración de los valores morales de la honradez, la servicialidad, la gestión limpia de los recursos, necesita de la fe en Dios, de que Dios cuente en nuestras vidas. Y luego, creo que es necesario, como el consejo de san Pablo en una carta a Tito, llevar una vida sobria, justa y piadosa, donde no haya privilegiados y discriminados, sino una sola familia humana.
-Es necesario afrontar de una vez por todas y sin ideologías una ley de Educación consensuada. Llevamos muchas leyes orgánicas de Educación, y eso no es bueno. Creo que una ley de Educación en la que todos estén de acuerdo es una exigencia primordial. También hay otros retos que van apareciendo, como es el caso de las pensiones. Es un problema muy complejo de resolver porque a medida que va pasando el tiempo un pensionado necesita de las aportaciones de un mayor número de trabajadores para poder recibir la debida pensión. Y luego está el tema de natalidad. Un desafío muy importante. Estamos a la cola de los países europeos en natalidad. Cuando no hay capacidad ni valor para transmitir la vida, es que falta esperanza, confianza en el futuro. Habrá que ver cuáles son los factores que influyen en esta realidad. Comprendo que las situaciones son muy complicadas pero aquí tocamos un punto vital de las familias como sociedad en su conjunto y es necesario poner una solución.
-Necesitamos revitalizar las vocaciones para la vida sacerdotal, religiosa, y también para el matrimonio cristiano. Las tres son vocaciones preciosas y tienen cada una su propia seña de identidad. Otro de los temas que estamos tratando los obispos es la potenciación de la pastoral familiar con la ayuda de la exhortación apostólica «Amoris Laetitia» («La alegría del amor»). Una vez más agradezco al Papa Francisco el servicio que hace a la Iglesia y también a la humanidad con este precioso documento.
-Que nos dé la alegría de la esperanza. En el Nuevo Testamento la esperanza se califica muchas veces como «alegre». Si andamos tristones por la vida es que tenemos déficit de esperanza. Y la esperanza florece en medio de una vida serena, laboriosa, compartida con gozo con los demás.