En primer lugar, el Papa Francisco ha aprobado el milagro realizado por intercesión del beato Faustino Míguez, religioso escolapio y fundador de la Congregación de las Hermanas Calasancias Hijas de la Divina Pastora. Ahora ya únicamente falta conocer la fecha de su canonización.
El todavía beato consideraba que las niñas y mujeres son “el apóstol de la familia, la parte más interesante de la sociedad, la portadora de la paz, y el alma de la familia”.
Dedicó casi 50 años a la educación en colegios de España y de Cuba donde enseñó latín, historia, geometría, álgebra entre otras muchas materias, pero destacó especialmente como profesor de ciencias naturales.
Faustino Míguez fundó la Congregación de las Hermanas Calasancias Hijas de la Divina Pastora
En 1879 es enviado a Sanlúcar de Barrameda, Cádiz (España) en donde el Padre Faustino descubrió la necesidad de escolarizar a las niñas como años antes le había ocurrido a San José de Calasanz con los niños de las calles de Roma.
Ante esta situación e impulsado por el espíritu decide fundar la Congregación de Hijas de la Divina Pastora que tienen el fin de “formar el corazón e ilustrar la inteligencia del bello sexo para hacerlo culto y civilizado según el espíritu de Jesucristo a fin de que sea un día el alma de la familia y la salvación de la sociedad”.
Una congregación dedicada a la educación integral de la infancia y juventud y a la promoción de la mujer que actualmente están presentes en España, India, Chile, Argentina, Uruguay, Colombia, Nicaragua, Ecuador, Guinea Ecuatorial y Camerún.
Por otro lado, el Papa reconoció el martirio de otra nuevo grupo de mártires españoles durante la guerra civil. En este caso se trata de una causa formada íntegramente por claretianos. Se trata del sacerdote Mateo Casals, el estudiante Teófilo Casajús, el hermano Fernando Saperas y otros 106 compañeros, asesinados todos ellos por odio a la fe entre 1936 y 1937.
El Papa ha reconocido el martirio de 109 claretianos asesinados en la guerra civil
Además, el Santo Padre autorizó el decreto que reconoce como venerable al laico del Opus Dei, Isidoro Zorzano (19021943), un ingeniero que se incorporó a la Obra en 1930.
Fernando Ocáriz, vicario auxiliar y también general del Opus Dei en estos momentos afirmó tras conocer la noticia que “Isidoro Zorzano fue un ejemplo de laboriosidad y espíritu de servicio en el trabajo profesional, sentido de justicia social —que se manifestaba en la atención y el respeto a sus colegas—, amor a la Eucaristía, fe grande en Dios y sensibilidad hacia las personas necesitadas”.
Isidoro Zorzano nació en Buenos Aires el 13 de septiembre de 1902, a los tres años se trasladó a Logroño (España). Durante su adolescencia conoció a Josemaría Escrivá en el instituto, quien también vivía en Logroño con su familia. En 1927 terminó sus estudios de Ingeniería Industrial y trabajó en un astillero de Cádiz y posteriormente en otros proyectos en Málaga (España). Fue entonces cuando comenzó a sentir una profunda inquietud espiritual.
Isidoro Zorzano ayudó a san Josemaría y otros miembros del Opus Dei durante la guerra
En 1930 volvió a coincidir con Josemaría Escrivá, quien era sacerdote desde hacía cinco años, le explicó el mensaje del Opus Dei e Isidoro decidió entrar a formar parte de la institución, tal y como recoge Aciprensa. Durante la Guerra Civil española asistió a muchas personas, proporcionándoles provisiones, alimentos y ayuda espiritual. Contribuyó a mantener unidos con San Josemaría y entre sí a los miembros del Opus Dei.
Puso de manifiesto su amor a la Eucaristía: a pesar de las restricciones, proporcionaba a San Josemaría y a otros sacerdotes el pan y el vino para que pudieran celebrar la Misa en la clandestinidad, guardaba las sagradas formas para que comulgaran los refugiados y facilitaba a los conocidos la asistencia a la celebración eucarística.
San Josemaría lo nombró administrador de las obras de apostolado del Opus Dei. Desempeñó ese encargo con disponibilidad, humildad y sin perder la paz ante las dificultades económicas. Le diagnosticaron una linfogranulomatosis maligna. Sobrellevó la dolorosa enfermedad con fortaleza y abandono en la voluntad de Dios. Falleció con fama de santidad el 15 de julio de 1943, a la edad de 40 años y fue enterrado en el cementerio de La Almudena.