Su fundador ya es santo. San Ludovico Pavoni fue canonizado el pasado 16 de octubre por el Papa Francisco y sus hijos espirituales, los Hijos de María Inmaculada más conocidos como pavonianos, sigue llevando a cabo su obra: “Dios no abandona a quien en Él se confía”.

Esta pequeña orden que cuenta con 200 religiosos está presente en Italia, España, Colombia, México, Brasil y Eritrea. Y siguiendo el carisma del nuevo santo realizan un servicio prioritario con los jóvenes y niños en situaciones de dificultad.

“La finalidad de nuestra Familia es la asistencia, educación y formación escolar, profesional, humana y cristiana de los niños y jóvenes en situaciones de dificultad”, explica la orden en su web.

Presentes en varias ciudades españolas los pavonianos llevan parroquias pero también centros de menores, casas de acogidas y albergues para personas sin hogar.


Una de las casas de estos religiosos está en San Sebastián y la televisión pública vasca EiTB se ha interesado por la importante obra que tres pavonianos están realizando en la capital guipuzcoana.


San Ludovico Pavoni, fundador de los Hijos de María Inmaculada

En este lugar está centro de acogida Villa Urigain en la que se da la reinserción de toxicómanos del Proyecto Hombre.

Un total de 20 personas están acogidas en esta casa en la que los religiosos les ayudan a dejar sus adicciones al alcohol y a las drogas. Durante tres meses conviven todos juntos y también van recuperando la autoestima y la dignidad.


Uno de estos religiosos explica al reportero que están con ellos “de día y de noche, vivimos con ellos. Al principio tienen recelos de estar con curas o frailes, como nos llaman, pero cuando pasa un tiempo se les caen los esquemas”.


Algunos de los jóvenes que están en el centro

Los pavonianos son conscientes de que las personas que llegan a sus casas vienen con historias muy duras y con vidas rotas por lo que la adicción no es lo único contra lo que deben luchar. Para ellos otra de las prioridades es “humanizar” a estas personas pues sólo así podrán luego enfrentarse a la vida real.

Y los acogidos no es que se sientan como en casa, es que están en su casa. Uno de ellos lo define así: “nos dan habitación, de comer, nos corrigen cuando cometemos errores, nos ayudan con la medicación y están muy atentos con nosotros”.


Esta casa lleva funcionando desde 1985. Más de treinta años en los que han ayudado a miles de personas con problemas de drogadicción. “Estamos aquí para hacer de esta casa un hogar para aquellos que están excluidos de la vida. Aquí se viven los valores del Evangelio al estilo de Pavoni. Para nosotros es una suerte vivir codo a codo con ellos, compartiendo sus sueños, ilusiones y esperanzas, así como sus logros y fracasos”, afirman los religiosos pavonianos.