La comunidad del Monasterio de Santa María de Huerta (Soria) está formada por monjes cistercienses de la rama que en 1892 constituyeron la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (OCSO). Siguen la espiritualidad que san Benito dejó plasmada en su Regla escrita en el siglo VI y asumida por los primeros cistercienses desde la fundación de Císter en 1098. Los orígenes de esta comunidad se remontan hacia 1150.

Es bien sabido que la oración y el trabajo, la soledad interior y la vida comunitaria son algunos de los elementos más característicos de este modo de vida peculiar que, según ellos mismos afirman, "no quiere separar lo humano de lo divino".

El diario Expansión se ha metido dentro de los muros del monasterio para explorar algunos detalles de este lado "humano", el de la gestión, pues como cualquier otra entidad social, los monjes desarrollan una gestión de personal, cultivan una cultura y unos procedimientos particulares, tienen una organización estructurada con líneas de autoridad, funciones y responsabilidades, tienen mecanismos de gobierno y de control, manejan unos presupuestos, etc.


"El voto es secreto y los monjes que viven en el monasterio de Santa María de Huerta ejercen su derecho con absoluta libertad", asegura Isidoro Anguita, abad que dirige en la actualidad esta congregación fundada en el siglo XII por la Orden del Císter. Esta democrática forma de entender la vida monacal determina cualquier decisión importante que deba afrontar una comunidad formada hoy por 21 monjes.

Pero, ¿qué decisiones importantes pueden tomarse en un monasterio como éste? "Desde la incorporación de un novicio hasta un gasto extraordinario que debamos asumir, pasando por la elección de nuestros representantes", confirma Anguita, que fue reelegido en 2013 y por cuarta vez consecutiva por sus compañeros para ser el abad de Santa María de Huerta. Este mandato dura seis años.
 
"El abad tiene bastante autoridad", reconoce Anguita, que matiza: "Tenemos distintos órganos que supervisan nuestras actuaciones". Un consejo, cuyos miembros son elegidos por el abad y por los monjes de la congregación, debe vigilar el cumplimiento de las normas en el monasterio y cada una de las decisiones que tome el abad, que elige tras su designación a su mano derecha, el prior. Dicha figura, que actúa como un cargo de máxima confianza, le sustituye en el cargo cuando el abad se ausenta del monasterio. Además, un órgano formado por otros abades del Císter -en España hay más de sesenta monasterios de esta orden- vigila la actuación de cada uno de ellos, además de visitar todos los monasterios cada poco tiempo para resolver diferentes conflictos que puedan surgir en la convivencia diaria de los monjes.


 

Uno de los aspectos más importantes que debe afrontar el abad en sus seis años de mandato es el económico. El monasterio debe ser capaz de vivir con los ingresos que pueda generar. Así, Santa María de Huerta dispone de hospedería, que aloja a aquellas personas que quieran acercarse a la fe a través de la regla de San Benito, pero que no permite una estancia superior a ocho días, así como de una tienda física y otra online en las que los monjes venden mermeladas artesanas -elaboran hasta 42 sabores-, membrillo casero y miel ecológica. También comercializan productos de otros monasterios del Císter como queso, repostería, vino o cerveza.


 

Los monjes de la Orden del Císter, especialmente la rama de la estrecha observancia a la que pertenece este monasterio de Soria, dividen su tiempo diario entre la oración, el trabajo y el estudio. Desde que se levantan, a las 04:30 horas, los 21 monjes de esta congregación acuden siete veces a los oficios, una dedicación que suman a distintos momentos de oración individual. En total, invierten entre cuatro y cinco horas a rezar cada día. El mismo tiempo que a trabajar en distintas funciones que cada uno asume cuando se dispone a entrar en el monasterio. El huerto, del que obtienen la mayoría de sus alimentos, y el bosque, que rodea al edificio monacal, requieren ciertos cuidados, que complementan con la cocina y la limpieza de las distintas estancias de este histórico monasterio.


"Serán auténticos monjes si viven del trabajo de sus manos" (RB 48), dice San Benito. Los monjes viven el trabajo como expresión de pobreza y medio de libertad y solidaridad.


Otra de las obligaciones de los monjes de la Orden del Císter es la de estudiar. Su formación es fundamental para cultivar la fe cristiana. "Somos monjes de vida contemplativa, algo que no implica la clausura, pero no salimos mucho del monasterio. Aún así debemos saber y entender lo que ocurre en el mundo que nos rodea", concluye Anguita.