Servidores de la paz es el título de la extensa carta pastoral que ha publicado el arzobispo castrense español, monseñor Juan del Río. En sus 95 páginas explica “cómo ser santo y militar en el siglo XXI” y para ello analiza la situación política, económica y social actual, los nuevos tipos de guerras y amenazas a las personas contrastándolo con lo que dice el Magisterio, los Papas, la tradición de la Iglesia e incluso la Escritura.
El motivo de su publicación es hacer un aporte específico en este ámbito de cara a la Jornada Mundial de la Paz y así "hacer resonar y encarnar en la realidad castrense las enseñanzas de la Exhortación Gaudete et Exsultate”.
La complementariedad de esta unión
En la carta pastoral, el arzobispo aborda que “ser santos ejerciendo la profesión militar en el siglo XXI no es una cuestión forzada o tangencial, sino certeza de que los ‘santos de la puerta de al lado’ son también aquellos de los que decía Benedicto XVI: ‘Hay tantos hombres y mujeres de uniforme llenos de fe en Jesús, que aman la verdad, que quieren promover la paz y se empeñan como verdaderos discípulos de Cristo para servir a su propia nación favoreciendo la promoción de los fundamentales derechos humanos de los pueblos’”.
Descargue aquí la carta pastoral del arzobispo castrense
Además, monseñor Del Río denuncia que el secularismo infravalora la vida honrada y percibe una dicotomía entre la profesión militar y la vivencia religiosa que impide ver lo positivo de la complementariedad de esta unión. Además, "marca claramente la diferencia del soldado que subordina su tarea a unos valores y principios, al contrario del mercenario que prima su interés personal sobre el bien común".
La necesidad de las Fuerzas Armadas y la Policía
Y es que el responsable religioso de los miles de militares, guardias civiles y policías que hay en España explica que “a pesar de los anhelos de paz y concordia que se dan en los corazones de los hombres y mujeres de buena voluntad, la existencia del mal y la ambición humana es una realidad destructiva de la persona, naturaleza y pueblos. Todo ciudadano y gobernante está obligado a evitar la guerra, conflictos armados, acciones terroristas, rechazar las manifestaciones de odio y los hechos que pongan en peligro la convivencia social. Por lo tanto, para salvaguardar el orden, la libertad, la justicia y la paz de una nación y en la relación entre las naciones, se hace necesario la existencia de unas Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado que a la vez respeten el fuero interno de la sociedad y el Derecho Internacional de los pueblos”.
Partiendo de la base de la necesidad de que existan Fuerzas Armadas y cuerpos policiales, el militar cristiano está llamado -insiste el arzobispo- a realizar “una síntesis mediante la cual sea posible ser también militar por amor, cumpliendo el ‘ministerium pacis inter arma. Ellos hacen suya, de alguna manera, la máxima evangélica: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, en medio de los peligros de las armas, en tiempos de paz o de conflicto.
Defensa de la Patria y de la dignidad de la persona
El arzobispo indica que el militar en sus valores cristianos “es consciente de su poder armado, de su responsabilidad de proteger al débil y defender los derechos fundamentales de la persona, de la importancia de considerar al adversario, aunque sea el peor de los terroristas, un ser humano aún en el legítimo uso de las armas y conocimientos militares”.
“La santidad del militar se realiza en el cumplimiento de la defensa de la Patria y de la dignidad suprema del ser humano que hoy tienen muchas veces como escenario, las guerras asimétricas, cibernéticas y contra el terrorismo global. Esto no es tarea fácil, pero no imposible con la gracia de Dios. Porque como dice el Papa Francisco: ‘Tampoco se pretende ignorar o disimular los conflictos, sino aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso…Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad’. La mayor victoria de un militar es conquistar la Paz”, agrega el arzobispo castrense.