La decisión de iniciar este apartado se fundamenta en que "Cristo es Señor de todo", afirma monseñor Martínez, quien cita a San Pablo en la epístola a los Filipenses (2, 10): "Al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los seres celestiales, y de los terrenales, y de los infernales". Entonces, "todo tiene que ver con el señorío de Cristo y Cristo tiene que ver con todas las cosas", afirma el prelado: "No es posible, por tanto, que una actividad, o un ámbito de relaciones tan decisivas para la vida humana como es la vida de la polis, esto es, el régimen y la articulación de las comunidades humanas más allá de la familia y entre ellas, quede totalmente al margen de Cristo. No es posible que Cristo resucitado y vivo, y que la experiencia que la Iglesia tiene de él y del Padre en la comunión del Espíritu Santo, no tengan nada que decir acerca de esas relaciones que nos constituyen, y determinan considerablemente la conciencia que tenemos de nosotros mismos y del mundo".
Si así sucediese, continúa, "Cristo quedaría fuera de una dimensión humana sumamente importante, esencial a la vida humana" y llamarle Señor "no pasaría de ser una metáfora más bien vacía".
"Pues bien, eso es exactamente lo que ha sucedido: que en gran medida hemos excluido a Cristo y a la experiencia de la redención de Cristo de esa dimensión de la vida humana —y de otras, desde la economía al matrimonio y la familia—. De aquí que el hecho de ser cristianos signifique tan poco en nuestra vida. Y que tampoco signifique demasiado el dejar de serlo", lamenta el arzobispo de Granada.
El Papa San Pío X (n. 1835, 19031914) tenía por lema Instaurare omnia in Christo [Instaurar todas las cosas en Cristo] y lo aplicó a la política en la encíclica Vehementer Nos.
Monseñor Martínez propone, pues, "abrir un debate" en el que "está en juego el futuro del cristianismo": "Es el debate sobre la relación entre teología y política. O más exactamente, entre fe cristiana y política".
No se trata, sin embargo, de una cuestión meramente intelectual o teórica: surge ante una campaña electoral "que no es como otras que la han precedido, que no es una más": "Es propio de la misión de un pastor el exhortar a votar y a votar con un sentido de responsabilidad respecto a lo que está en juego. Lo hago aquí. Lo hago invitando también a que el escepticismo con respecto a una cierta política no sirva de ocasión para ser instrumentalizado de un modo u otro por unas políticas peores".
Martínez considera que las cien primeras páginas de Archipiélago Gulag de Alexandr Soljenitsin deberían ser lectura obligada para los alumnos de los colegios católicos en 2º de la ESO y para todos los grupos parroquiales y movimientos cristianos.
En los primeros capítulos de Archipiélago Gulag, Alexandr Soljenitsin, Premio Nobel de Literatura en 1970, traza la historia del aparato represivo del comunismo.
Y hace una apelación a su propio deber episcopal: "Porque no quisiera presentarme ante el juicio de Dios con esa carga de haber ocultado a unos fieles a los que quiero con toda mi alma la pequeña porción de verdad que pueda haber acumulado en mi vida a la luz de la fe católica y de mi experiencia de pastor, voy a hablar".
Y a dar voz también a quienes puedan elaborar "un pensamiento político cristiano suficientemente articulado y una teoría política cristiana", eliminando previamente malentendidos y prejuicios.
"Voy a hablar (o a facilitar que se hable), en el lenguaje que fue característico de la tradición católica antes de las fracturas de la modernidad", anuncia monseñor Martínez. Y así, afirma que "entre el liberalismo más liberal y el marxismo más marxista hay hoy tantas connivencias de fondo que cuesta distinguirlos. La mayor de ellas, el punto de convergencia en el que todos parecen coincidir, es en que lo más importante es producir, ganar dinero y consumir. Lo que borra ya todas las distinciones. Lo cierto es que un liberalismo que no sabe para qué es la libertad, o un socialismo y un comunismo que no tienen noción alguna de la naturaleza de los lazos que hacen florecer una sociedad o una comunidad, son cimientos poco fiables para construir una sociedad sana".
Descendiendo a lo concreto, el arzobispo de Granada recuerda que "la reciente experiencia española del 'voto católico' como 'voto cautivo' (que 'no vota por convicción, sino por miedo a la izquierda', como dijo hace un par de años un político que se cubrió de gloria), y que le ha servido al último gobierno para burlarse de sus votantes en sus mismísimas narices, debería enseñar a unos y a otros los riesgos de una política, supuestamente 'pragmática', basada en concesiones y compromisos. O basada en la rutina, o en la ignorancia (a la vez teológica y política). O, en algunos casos, en la mala fe".
Como un indicativo de la línea de trabajo que propone monseñor Martínez, su primer post en este apartado del blog incluye una alusión al teólogo jesuita Francisco Suárez (15481617) como involuntario responsable intelectual último, porque él quería "servir a la Iglesia", de la separación introducida por la modernidad entre el orden natural y el orden sobrenatural, "una separación que es tan trágica para el cristianismo como lo es para el mundo". El arzobispo de Granada recuerda que algunos pensadores sostienen que "el padre de la filosofía moderna no es Descartes, sino Suárez" y que "Kant, Feuerbach y Nietzsche son en último término hijos no previstos y no deseados de Suárez".
Francisco Suárez, S.I., granadino de nacimiento, fue uno de los filósofos y teólogos más importantes del Siglo de Oros español.
También marcando tendencia, la segunda entrada del blog sobre estas cuestiones es un texto de Alasdair McIntyre, pensador católico escocés nacido en 1929 y considerado uno de los más importantes filósofos de la política del siglo XX. La editorial Nuevo Inicio, impulsada por el arzobispado de Granada, ha publicado cinco de sus principales obras.
Alasdair McIntyre se convirtió al catolicismo cuando ya tenía más de cincuenta años, convencido por la profundidad filosófica del tomismo.
Y así dice McIntyre en el texto incorporado al blog: "Sólo una religión que sea un modo de vida en todos y cada uno de los ámbitos merece o puede esperar sobrevivir. Pues la tarea de la religión es ayudar a ver lo secular como sagrado, el mundo como algo que está bajo el poder de Dios. Cuando lo sagrado y lo secular se separan, entonces el rito se convierte en un fin en sí mismo, no subordinado a la santificación del mundo. Igualmente, si nuestra religión es fundamentalmente irrelevante para nuestra política, entonces estamos reconociendo que lo político es un espacio extraño al reino de Dios. Separar lo sagrado de lo secular es reconocer la acción de Dios sólo dentro de los límites más estrechos. Una religión que reconoce esta división, como hace la nuestra, es una religión a punto de morir".
Justo para contrarrestar esta corriente intelectual, en línea con las reflexiones de McIntyre pero también de otros autores que participarán en el futuro en el blog, lanza monseñor Martínez estos "materiales para una política teológica cristiana".