El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, celebró este juves la Eucaristía en la festividad de la Asunción de la Virgen en la basílica de Santa María de la capital guipuzcoana. Durante su homilía, el prelado vasco recordó un acontecimiento histórico relacionado con esta fiesta mariana para recalcar la importancia de conocer lo ocurrido en el pasado, porque “la historia es sabía” y para “aquellos que quieren aprender humildemente enseña muchas cosas”.
Monseñor Munilla comenzó su homilía recordando que este 15 de agosto se cumplían 250 años del nacimiento en Córcega de Napoleón Bonaparte, que a la postre fue el instrumento utilizado para hilvanar un sermón que inicialmente pudo sorprender a algunos feligreses.
Los dos amores
Antes de introducirse de lleno entre la relación entre Napoleón y la fiesta de la Asunción, el obispo de San Sebastián quiso recordar también una explicación de San Agustín que habla de “dos amores que dieron a luz dos ciudades: el amor propio dio a luz una ciudad terrena en la que el deseo de poder es capaz de crear esclavitudes y sufrimientos. Querer ser el centro del mundo, el ombligo del mundo, supone aplastar a los demás. Pero hay otro amor, que es el amor a Dios, que es capaz de escribir páginas maravillosas que pueden llevar a la entrega de nuestra vida a los demás”.
Munilla recordó que esta batalla “entre los dos amores está ocurriendo ahora dentro de nosotros”, no es algo ajeno o lejano a uno mismo.
Y entonces explicó el por qué aparecía Napoleón en su homilía. Este déspota que persiguió la fe y la Iglesia nació el mismo día de la Asunción, el 15 de agosto, y cuando ostentaba el poder en Francia derogó la fiesta de la Virgen para sustituirla por San Napoleón, una invención suya.
La profecía de Napoleón que nunca se cumplió
Napoleón quería acabar con el catolicismo, conquistó Roma y tuvo preso al Papa Pío VI y acuñó, explicó Munilla, la saeitilla de “Pío VI y último". Los cardenales que sobrevivieron lograron finalmente juntarse en Venecia donde eligieron a Pío VII, que también fue perseguido.
Sin embargo, el obispo recordó que “el Papa pudo volver a Roma y la profecía de Napoleón no se cumplió. Hoy en Francia no se celebra San Napoleón sino la Virgen de la Asunción”.
“Lo que es más hermoso es comprender y aprender que Dios nos da muchas lecciones en la historia”, recordó Munilla.
A su juicio, “la historia no es sólo es muy ignorada sino manipulada. Es maestra de la vida. Al final cuando va a fallecer, Napoleon llama a un sacerdote para ser confesado y pedir misericordia. En su entorno se generó escándalo y Napoleón pronunció: ‘¿por qué os sorprendéis? No sabéis que las saeitillas desafían todo pero solo los imbéciles desafían el misterio?’”.
El "yo" que se erige contra Dios
“La Madre, esa madre de Notre Dame de París, que hemos mirado conmovidos con el fuego, en la Revolución Francesa fue sustituida por la diosa razón para que se venerase en vez de la Virgen María. Hoy en día sin embargo no es así”, volvió a recordar el prelado.
Por ello, recalcó que “la historia es sabia, para aquellos que quieren aprender humildemente enseña muchas cosas”. De este modo, agregó que “lo que dijo San Agustín sigue aconteciendo hoy: un yo que se erige frente a Dios, una ideología del deseo que intenta imponerse sobre la naturaleza objetiva de las cosas o una concepción humilde que es capaz de reconocer en Dios la fuente última”.