Ademas, citó que «los días de frío montamos una especie de tienda de campaña con bolsas de plástico que sostenemos con palos y tacos de madera». Otros, en cambio, se resguardan del frío con mantas y abrigos. Encarna no es la única creyente que espera en la fila varios días antes del famoso besapiés. En el caso de Mercedes Rodríguez, la costumbre de acudir al Cristo se remonta a su abuela. «Es un hábito que fui inculcando de generación en generación», señaló. Asimismo, Mercedes lleva yendo a la Basílica desde que su madre la trajo, por primera vez, cuando estaba embaraza de ella. Siempre que besa el pie izquierdo de Jesús se emociona, «es algo inigualable», citó.
La espera para ver al Cristo «se nos hace eterna», dijo Carmen quien llevaba en la fila 10 días, acompañada de sus tres hijos. A pesar de los pocos segundos que dura el beso, Carmen afirmó que le da tiempo a rezar y a pedir por toda su familia. «¡Viva el Cristo de Medinaceli, que guapo es mi Jesús!», se escuchó entre algunos asistentes que se encontraban en la fila.
Una gran tradición que se lleva realizando muchos años. Una larga fila de personas, que recorre desde la calle de Jesús –esquina con la Basílica– hasta llegar a Atocha, esperan desde hace días el encuentro con el Cristo. Estos vecinos tienen la oportunidad de besar, hoy primer viernes de mes, únicamente, el pie izquierdo del Santísimo, ya que el resto de los días del año sólo se puede besar el pie derecho. No son los únicos que gozan de esta oportunidad, ya que numerosos ciudadanos de diferentes pueblos de otras localidades españolas llegan en autobús para cumplir su promesa aunque, a diferencia de los vecinos locales, estos sólo pueden besar su pie derecho.