Las cinco mujeres pasaron seis semanas en tres comunidades muy diferentes en función de su nivel de «apertura» a la sociedad laica: una congregación dedicada a la enseñanza y a la cooperación, una que gestiona una casa-cuna con más de cien niños y otra con 500 años de historia de clausura.
La «llamada» es «una luz», «una señal que Dios hace» para consagrarse a él desde una comunidad religiosa, la misma que las cinco aspirantes que protagonizan el «docureality» Quiero ser monja, que Cuatro estrenará en España, han sentido y cuyo camino explorarán ante las cámaras hasta decidir si la siguen.
Es, «probablemente», el formato «más espiritual» que nunca ha emitido una televisión, copia del que estrenó la cadena norteamericana Lifetime con el nombre The Sisterhood: becoming nuns y que hasta ahora solo se habÃa hecho en Estados Unidos, explica el director de Producción de Programas de Cuatro, Mariano Blanco.
«Hemos hecho la adaptación para España y es, sin duda, una novedad absoluta y una lÃnea de contenido muy diferente», subraya Blanco sobre el nuevo espacio, que empezará a emitirse dentro de un mes aproximadamente y durante seis semanas, las mismas que las cinco aspirantes pasaron con distintas comunidades religiosas.
El equipo de producción, una colaboración entre la cadena y Warner Bros ITP, contactó con parroquias, comunidades religiosas y congregaciones y acudió a encuentros para hacer el casting, una selección en la que han sido partÃcipes desde el principio los centros en los que se desarrolla el programa.
«Son chicas de hoy en dÃa, que están en la media de la experiencia vital que puede tener una chica de veintitantos. Incluso hay una que tiene novio y el programa le llega en un momento en que tiene que decidir si quiere más a Alberto o a Jesús», detalla Blanco.
Para participar en el Quiero ser monja era condición indispensable haber sentido ya «la llamada», es decir, «un momento de iluminación muy positivo, una necesidad acuciante de seguir un camino dedicado a la religión».
El denominador común en las cinco protagonistas es que «la llamada» la sintieron en un entorno religioso y que el impacto de lo que experimentaron las hizo vivir «tan intensa emoción, tan increÃble intensidad que se deshacÃan en lágrimas de sorpresa por lo que les estaba sucediendo».
Las cinco mujeres pasaron seis semanas en tres comunidades muy diferentes en función de su nivel de «apertura» a la sociedad laica: una congregación dedicada a la enseñanza y a la cooperación, una que gestiona una casa-cuna con más de cien niños y otra con 500 años de historia de clausura.
Las congregaciones, una en Madrid, otra en Granada y una tercera en Alicante, han sido «extremadamente generosas» y el único requisito que les han puesto para grabar los programas ha sido que tuvieran «el máximo respeto» a las normas y costumbres de las hermanas.
«Ellas solo querÃan que el programa saliera bien y que quedaran reflejadas sus inquietudes, aunque, claro está, también consideran que es una oportunidad muy buena para difundir su tarea y, quizá, favorecer nuevas vocaciones», dice Blanco.
Quiero ser monja refleja «muy bien» las emociones de las aspirantes, sus sensaciones y sus constantes «deliberaciones» sobre si quieren o no ser monjas.
«El espectador apreciará un crescendo estupendo desde el punto de vista televisivo de cómo se va manifestando ‘la llamada’, de cómo va cambiando su relación con el mundo, y de cómo van despejando la incógnita sobre su futuro», subraya Blanco.
Es, añade, un espacio «muy realista, muy de verdad», en el que la cadena se ha implicado también con cierta «espiritualidad»: «La verdad es que si ayudamos a arrojar luz, a que otras personas sientan una emoción parecida será magnÃfico».