Ni siquiera sus compañeros, esos hombres de dos metros, fuertes y entrenados para soportar todo tipo de adversidades y situaciones extremas, podían afrontar el dolor de despedir a estos dos policías.
Dos «superhéroes», como decía la cinta de una de las coronas de flores que les enviaron.
Transmitían dolor los rostros de los Reyes, que antes de la ceremonia estuvieron tratando de dar el imposible consuelo a las viudas, madres, hijos y hermanos de los dos policías asesinados. Don Felipe les impuso, a título póstumo, las Medallas de Oro al Mérito Policial, que depositó sobre los féretros de los dos servidores públicos, cubiertos con la bandera de España y con la gorra de cada uno.
Junto a los Reyes estaban el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que acudió con su esposa, Elvira Fernández; el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz; la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril; los presidentes de las Comunidades de Madrid, Cristina Cifuentes, y de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, entre otras autoridades, y en las sillas situadas a su derecha, los representantes políticos: Pedro Sánchez (PSOE), Albert Rivera (Ciudadanos), Pablo Iglesias (Podemos) -que asistía a su primer funeral institucional-, Andrés Herzog y Rosa Díaz (UPyD).
Incluso, al arzobispo castrense, Juan del Río, tan acostumbrado a oficiar funerales, le costó encontrar palabras de consuelo para las viudas, los hijos, las madres, los amigos y los compañeros de los dos policías muertos.
«Siento humanamente la misma impotencia que todos los aquí presentes ante el vil asesinato de estos servidores públicos -empezó su homilía-. Eran hombres de bien, valientes españoles del Cuerpo Nacional de Policía. Tenían sus familias que les esperaban...». Y recordó las palabras de Jesús en la Cruz, «Dios mío, Dios mío ¿Por qué nos has abandonado?»
«El terrorismo yihadista es una blasfemia contra Dios y contra la dignidad de las personas», afirmó monseñor Del Río.
«Un mal diabólico que siembra la muerte indiscriminada entre los inocentes, como ha pasado con nuestros hermanos Jorge e Isidro». Y agregó: «El mejor homenaje es que sigamos unidos los españoles frente al terrorismo internacional».
Y lo cierto es que, mientras pronunciaba estas palabras, España transmitía una imagen de unidad contra el terrorismo. También de gratitud y de admiración ante los hombres que se juegan la vida por defender nuestros valores. Entre los cientos de compañeros que acudieron a despedir a los dos policías asesinados se encontraban sus siete compañeros de Kabul, que esta misma mañana han regresado a España para ser relevados. Ellos siguieron la ceremonia religiosa de pie, no quisieron sentarse, en señal de respeto a los dos compañeros caídos.
El arzobispo terminó sus palabras con un mensaje de agredecimiento a las familias: «España os agradece el gran ejemplo de heroísmo que han dado».
Tras la misa, se tributó un solemne y emotivo homenaje a los caídos, en el que sus compañeros depositaron una corona de laurel ante los féretros. Rajoy entregó a las viudas las medallas de oro y la gorra de cada uno y se cantó el himno fúnebre «La muerte no es el final»: «...No quisieron servir a otra bandera, no pudieron andar otro camino, no supieron vivir de otra manera».
Justo después de que los Reyes saludaran a los siete policías supervivientes del ataque de Kabul, Ignacio Cosidó, director general de la Policía, les abrazó emocionado, sin poder contener el dolor, y los asistentes les brindaron un aplauso espontáneo. Un último homenaje a todos los que se juegan la vida por defender nuestras vidas y nuestros valores.