Ha muerto este martes con 96 años el arzobispo emérito de Oviedo Gabino Díaz Merchán, que pastoreó la iglesia asturiana durante 33 años (de 1969 a 2002) y presidió la Conferencia Episcopal Española de 1981 a 1987, cuando llegaron al poder los socialistas por primera vez (en 1982) con el gobierno de Felipe González.

Se le aceptó la renuncia por edad en 2002 (su sucesor en Oviedo fue Carlos Osoro) y desde entonces vivió en la casa sacerdotal de la capital asturiana. Falleció pasadas las 16:30 horas del 14 de junio. Había recibido el alta hospitalaria el pasado 2 de junio tras permanecer varios días ingresado en un centro sanitario por una complicación de salud leve, pero que aconsejó su traslado a un hospital para un mejor tratamiento.

El fusilamiento de sus padres

Muchos han señalado que su gran pasión en la España posterior al franquismo fue trabajar por la reconciliación entre españoles.

Milicianos del Frente Popular mataron a su padre -que era un pequeño empresario- y a su madre al empezar la Guerra Civil, cuando él tenía 10 años.

En cierta ocasión explicó con detalle lo que les sucedió. "[Los milicianos] Dijeron que lo llevaban al Ayuntamiento, y mi madre quiso acompañarlo, pero en realidad no iban allí, sino a la cárcel. Ella comprendió lo que pasaba y dijo que si le mataban, quería morir con él. Le dijeron que estaba loca, que nadie pensaba hacerle nada a su marido. Y mi madre regresó triste a casa. Al cabo de una hora volvieron a por ella. Creyó que mi padre ya había resuelto el asunto y volvía a casa. Cuando llegó a la prisión, lo encontró montado en un coche con otro señor, al que también mataron. La hicieron subir también a ella. A la media hora los fusilaron en la carretera que va de Mora a Orgaz, cerca del cementerio de este pueblo. Sabemos, por los testimonios de los mismos ejecutores, que en el camino ella iba preparando a mi padre, que estaba deshecho con el pensamiento de dejar a sus hijos huérfanos al morir. Le decía: 'Mira, no vas a querer tú más a tus hijos que Dios; Dios proveerá'".

«Ella le consolaba y rezaba con él; también cuando se disponían a fusilarlos le vendó los ojos. Mi padre murió en sus brazos. Y ella, mirando al pelotón, dijo: '¡Viva Cristo Rey!'. Y refirieron que mi madre, unos instantes antes de morir, dijo: 'Así no vais a ganar la guerra, matando a hombres de bien'. Le enterraron con mi madre en una fosa común. De allí los desenterramos al acabar la guerra. El cuerpo de mi padre tardó en aparecer porque estaba en lo más hondo de la fosa. Pasamos unos momentos de mucha angustia. Al lado de nuestra fosa había otra, con restos de mujeres de izquierdas, a las que había fusilado Líster [líder comunista español condecorado en la URSS], por haber tenido un comportamiento desleal a las normas, y sin guardar con ellas ningún procedimiento jurídico. Y, bueno, sus familiares y nosotros, mutuamente, nos estuvimos consolando, aunque unos y otros habían muerto en circunstancias tan distintas».

Infancia pobre, a los 15 años al seminario

Gabino y su hermana Paquita crecieron juntos con una de sus abuelas primero, y después con unos tíos, en austeridad y penurias. A los 15 años vio por casualidad cómo ordenaban a sus sacerdotes en su pueblo de Mora (Toledo), le impresionó y entró en el seminario de Toledo.

Sus maestros lo enviarían luego a la Pontificia de Comillas, de los jesuitas, donde se licenció en Filosofía y doctoró en Teología. Fue ordenado en Comillas con 24 años. Empezó a dar clases en Toledo, colaborando con Acción Católica, Cursillos de Cristiandad y como capellán mozárabe.

El cardenal arzobispo de Toledo, Enrique Pla y Deniel, fue quien trabajó para que fuera nombrado obispo de Guadix-Baza, entonces una zona especialmente pobre. Lo fue de 1965 a 1969. Participó en la última sesión del Concilio Vaticano II y asegura que en esa época "sembrábamos la doctrina de Pío XII sobre los derechos humanos, aunque luego esa labor quedara amortiguada porque el Estado no la tenía en cuenta y los medios de comunicación no la difundían. Algunos empezaban a sentirse incómodos con esta doctrina, que confirmó el Vaticano II. En España, entonces, algunos pensaban que cuando hablábamos de derechos humanos éramos filocomunistas".

En 1969 sustituyó a Tarancón al frente de la archidiócesis de Oviedo: empezó con una misa en la Santa Cueva de Covadonga, antes incluso de ir a la capital asturiana.

Tuvo como obispos auxiliares, en diferentes momentos, a Elías Yanes (1970-1977, quien sería también presidente de los obispos), José Sánchez (1980-1991) y Atilano Rodríguez (1996-2002).

La noche de Tejero

El 23 de febrero de 1981, mientras el teniente general Tejero, de la Guardia Civil, tomaba al asalto el Congreso de los Diputados, coincidió que los obispos españoles estaban reunidos votando quién sería su presidente. Tarancón acababa de cesar y Díaz Merchán tenía muchos votos pero aún no los suficientes. Los dos decidieron difundir rápidamente una proclamación clara de adhesión a la democracia y al orden constituido que enviaron a Radio Nacional. Y unos minutos después fue elegido presidente.

Un año después se encontró con un Gobierno socialista dirigiendo España, algo insólito e inimaginable pocos años antes. Además, el Gobierno socialista chocaba con sindicatos y obreros en su diócesis, Asturias, minera, naval e industrial. Él mostró su apoyo a diversas protestas obreras. Unos obreros se encerraron en una torre de la catedral 318 días, desde la Nochebuena de 1996 y él los visitaba.

La foto de Díaz Merchán con el tirachinas de unos obreros asturianos manifestantes se hizo famosa en los 90. 

Reconocimientos

Recibiría la Medalla de Oro de Oviedo, ciudad que le nombró Hijo Adoptivo y le dio su nombre a una plaza. También recibió la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha y los títulos de Hijo Predilecto de Toledo e Hijo Adoptivo de Asturias (en el marco del Año Mariano convocado con motivo del primer centenario de la Basílica de Covadonga). Los premios reconocían, según declaraban, "su talante conciliador, su constante preocupación por cuantos problemas afectan a la compleja sociedad asturiana actual y por la defensa de los derechos humanos y las libertades".

Cuando cumplió 90 años explicó que estaba "en contacto con la actualidad" y que rezaba mucho "por todos para que Dios nos eche una manita".