La Archidiócesis de Valencia está impulsando en estos momentos la beatificación de otros 250 mártires asesinados por odio a la fe entre 1931 y 1939. Se trata de dos causas, la Miguel Payá, deán de la catedral, y 90 compañeros mártires; así como la de Antonio Vicente Avaria, sacerdote y otros 158 compañeros.
“La Iglesia siempre ha sido Iglesia de mártires y en los últimos tiempos vuelve a serlo”, asegura Ramón Fita, delegado episcopal para las causas de los santos del Arzobispado de Valencia.
Del total, 65 eran laicos (48 hombres y 17 mujeres), 173 sacerdotes diocesanos y 12 religiosos (seis hombres y seis mujeres).
"Nos se trata de una cuestión política"
Según recoge Las Provincias, Fita recuerda que “no se trata de una cuestión política. Todos ellos fueron asesinados sencillamente porque representaban a la Iglesia. No va en contra de nadie; ellos murieron perdonando”.
“No fueron caídos en acciones bélicas ni víctimas de la represión política, sino sencillamente mártires de la fe durante la persecución religiosa”, explicó. Y para ello se remite a la historia “que en este periodo se persiguió a los cristianos en España en nombre de principios masónicos, comunistas y anarquistas”. “Se produjo la mayor persecución religiosa jamás conocida y muchos murieron”, indicó.
El riguroso proceso de beatificación
Fita explica la dificultad y lo riguroso de estos procesos. “No nos inventamos santos”, agrega. “No somos una fábrica de santos. Es una labor lenta, con mucho trabajo”. En muchos casos hay que ir a las parroquias de nacimiento, al archivo histórico nacional, al cementerio general…
Además, los expedientes tienen fotografías ya sea del cadáver, de la tumba... Pero también se necesitan muchos documentos, desde recordatorios de la Primera Comunión, de su ordenación, partidas de Bautismo, certificados de matrimonio. Todo aquello que valga para demostrar que el fututo mártir existió.
Como anécdota, Ramón Fita apunta que muchos de los certificados de defunción de los asesinados en la Guerra Civil marcan una 'anemia aguda' como causa de la muerte. No es más que un eufemismo, quizá algo macabro. Todos ellos habían sido asesinados, generalmente fusilados en la carretera de El Saler. Para evitar que hubiera referencia escrita a estos hechos en el Cementerio General se optó por recurrir a este término que alude a una pérdida de sangre generalizada. Y así ha quedado para la historia. Pero además de una parte documental, el expediente tiene que contar con testimonios de gente que los conoció, si es posible.