El cardenal Cañizares se ha convertido en un referente público de la Iglesia en España con sus intervenciones, de una actualidad aplastante, sobre los temas que más preocupan a los españoles.
Tras su dura crítica, la semana pasada, al Gobierno del Partido Popular por su traición en el cumplimiento de su promesa electoral de apostar por la defensa de la vida: Cañizares critica duramente al Gobierno: «Olvidan sus principios y consagran el derecho al aborto», el arzobispo de Valencia salta ahora a un terreno muy sensible para los políticos de una y otra tendencia, como es el electoral, y pide claramente el voto para aquellas formaciones que puedan garantizar una serie de claves que posibiliten la construcción de una nueva sociedad.
El arzobispo de Valencia presenta sus reflexiones en un artículo de opinión publicado en el diario La Razón y que titula: Ante las elecciones. En el escrito, Cañizares pide ante las próximas convocatorias electorales a "los fieles católicos de mi diócesis y a quien me quiera escuchar" el voto para aquellas formaciones que hagan "posible el rearme de la vida moral de nuestro pueblo, a la superación de toda corrupción, a la recuperación y a afirmación defensa y promoción del valor inalienable de la persona humana como base de todo ordenamiento social, político y económico".
"Con el voto responsable se ha de contribuir a que se haga posible en España una democracia sustentada en la verdad del hombre y en la ética -señala el cardenal Cañizares-. El voto responsable debería favorecer aquellas formaciones políticas que se comprometan en el trabajo por los valores éticos y la verdad y vida del hombre, por la defensa y tutela de nuestra niñez y de nuestra juventud, con una auténtica educación que vaya a lo profundo del corazón y a la siembra de valores hondamente humanos , y por el reconocimiento efectivo de la dignidad, verdad y grandeza de la familia y del amor humano".
"El voto, en suma, ha de contribuir al saneamiento de la sociedad, y al impulso de una cultura de la vida y de la solidaridad entre nosotros, erradicando o paliando las múltiples y nuevas pobrezas, actuando en la fuente de sus raíces".
El arzobispo de Valencia considera que "con ser grave la situación económica nos afecta algo peor que la misma crisis económica. Al fin y al cabo esta crisis no es más que un síntoma de un mal mucho más profundo".
"La raíz de nuestros males está en el derrumbe moral de nuestra sociedad, en el desconcierto moral que atravesamos. Bueno y malo, honesto y deshonesto no pasan de ser palabras. Moralmente bueno es todo aquello que agrada, interesa, y da dinero y poder al individuo o a los grupos. Se aprecian más, en muchas ocasiones, los bienes materiales que la misma vida humana. Es el valor del hombre, en suma, lo que se pone en juego. Con frecuencia, la vida económica, social y política deja de estar al servicio del bien de la persona; y la persona humana queda supeditada a los mecanismos casi anónimos de la producción y del desarrollo económico, y los intereses del poder".
Para el prelado valenciano "uno de los signos más palpables de este deterioro y de lo poco que, con frecuencia, se tiene en cuenta al hombre es la falta de respeto al niño no nacido".
"Hay una relación honda, más estrecha de lo que parece -subraya Cañizares-, entre la permisividad para con el aborto en los países de la opulencia y la gravísima insolidaridad con los países del tercer mundo, o con las bolsas de pobreza y marginación cada vez más numerosas en nuestra mismas sociedades".
"La falta de respeto a la vida del ser humano, incluido la del no nacido, mina las bases de un Estado de derecho. La legislación española vigente ha dado en este tema pasos en la dirección opuesta a la defensa del derecho de la vida y, por eso, ha avanzado hacia la desmoralización de nuestro pueblo y en el desprecio del hombre".
Para Cañizares, "el asunto de la droga, su ignominioso e incalificable tráfico o su degradante consumo, que tantísimo nos preocupan, tienen que ver con esta desmoralización de nuestro pueblo, con la permisividad estúpida con que se ha actuado, a veces, y con el deterioro de la verdad del hombre. En toda esta situación hay una cosa clara que no se puede olvidar: El precio de la desmoralización o deterioro moral de nuestra sociedad o del relativismo moral al que se nos acostumbra lo paga siempre la persona humana, y, a la larga, la sociedad formada por personas humanas y no sólo por intereses económicos o políticos. No se puede hacer mayor daño a un pueblo que el desarticular su vida moral".
Por último, monseñor Cañizares señala que "el voto también ha de buscar favorecer el desarrollo normal de la apertura del hombre a Dios, fuente suprema de la dignidad y libertad de la persona humana y fundamento de su verdad".
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